La soledad, juntos, es menos soledad
Hablamos con Reyes y María Luisa, una mujer sola y una voluntaria que acompaña a quienes necesitan ayuda, especialmente durante el confinamiento al que obliga la pandemia de coronavirus
“Resignada” y sola, como desde hace veinte años, en su casa de Sevilla, Reyes, a sus 76 años, está viviendo una Semana Santa muy atípica. “Llevamos la Semana Santa por dentro”, dice recordando a todas las personas que han muerto por el coronavirus, muchas de ellas mayores y que han fallecido en soledad.
Sanitaria jubilada, comprende bien lo que están pasando los compañeros dedicados a la salud. Cada tarde les aplaude. “Ayer pasó algo aquí muy bonito. Mi piso da a dos calles y sentí jaleo. Levanté la persiana y una vecina de enfrente estaba cantando una saeta que le salió del alma”, recuerda.
Reyes es una de las personas que recibe ayuda de la ONG Solidarios, especializada en el apoyo a los mayores desde hace 30 años. “Estoy sola pero no estoy sola”, dice. Además de sus muchas amistades, Reyes cuenta con la compañía de voluntarias que la ayudan a salir al médico o le llaman para hablar con ella y sacarla de su tristeza.
Los efectos de la pandemia de coronavirus están impactando especialmente a las personas mayores que se encuentran solas y que son más vulnerables a la infección. La organización alerta de que están aumentando los casos de soledad extrema que, en ocasiones, lleva a estas personas a no tener acceso a alimentos y productos de primera necesidad.
Maria Luisa es una de las voluntarias que colabora en el proyecto de Solidarios. También sevillana, acompaña a las personas que necesitan ayuda. Desde hace un año visita a Paqui una vez a la semana, pero desde el confinamiento habla con ella por teléfono a diario. “Es importante hacer sentir que no se está solo”.
Ambas están de acuerdo en que “la soledad pesa muchísimo, y más ahora”. Reyes ha puesto sus colgaduras en los balcones esta Semana Santa. “Las he puesto llorando”, dice, por la soledad y el silencio que hay en las calles. Para Maria Luisa, jubilada desde hace unos meses, esta labor le motiva para seguir activa. “Me ha ayudado a mí para salir en los propios problemas de uno y entrar en los de otras personas”.
Cuando salgamos de esta situación, dice Reyes convencida, “el abrazo va a ser extraordinario, totalmente fuerte”.