De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
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Un mal día lo tiene cualquiera

El triste final del primer influencer de la historia

Tal día como hoy fallecía Beau Brummell, un dandy que se distinguía por vestir y llevar trajes por encima de sus posibilidades

Estos días es fácil ver lo mal que les sienta a las celebrities lo de estar encerrados en casa. En muchos casos, algo muy comprensible: no debe ser fácil aguantarse a uno mismo cuando tu personalidad está basada en tu imagen externa.


Hoy vamos a recordar a un antepasado de estos famosos que ahora saturan Instagram con sus stories. Se trata de Beau Brummell, un hombre que en su vida fue considerado como el prototipo de perfecto dandy. Y un dandy, en la Inglaterra del siglo XIX, era prácticamente lo mismo que un influencer en el mundo del siglo XXI.


Brummell era un hombre con considerable gracia y carisma, pero lo que lo elevaba por encima de los otros hombres de su mismo status era su obsesión con su aspecto, y, en particular, con su ropa. En una época en la que un trabajador cualificado ganaba unas 50 libras al año, él afirmaba que era imposible tener un vestuario decente por menos de 800 libras. También aseguraba que se pasaba cinco horas vistiéndose cada día, y que sus botas no quedaban perfectas si no las limpiaba con champán.


El príncipe de Gales, el futuro Jorge IV, que no era precisamente una lumbrera, se quedó totalmente deslumbrado con el aspecto siempre inmaculado de Brummell, y a menudo iba hasta su casa sólo para presenciar todo su ritual de limpieza de dientes, afeitado y acicalamiento. Y mientras el príncipe lo consideraba su referente, todo le fue bien al dandy. Pero cuando este subió al trono y quiso distanciarse de este ambiente tan superficial, las cosas empezaron a torcerse.


Para mantener su estilo de vida, hacían falta unos ingresos que Beau no tenía, y en el siglo XIX no había marcas que te patrocinaran por llevar sus camisas. Abrumado, Brummell huyó a Francia en 1816, pasando allí el resto de su vida. Pese a que inicialmente recuperó un poco su glamour, acabó arruinado otra vez, llegando incluso a ser encarcelado por sus deudas. El 30 de marzo de 1840, sin dinero, sin amigos, sin vestuario y con sífilis, murió solo en un manicomio. Eso sí, su nombre perduraría como sinónimo del estilo de vida que tanto le había gustado.

 
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