Un país con mala suerte
Con este panorama frente a nuestros ojos, resulta que la máxima autoridad del Estado, el mismísimo Rey Felipe VI, tiene que renunciar a su comprometida herencia y decide retirar a su padre, el rey emérito Juan Carlos I, la asignación de casi 200.000 euros que recibía de dinero público
Madrid
Verdaderamente no somos un país con suerte. Sufrimos más de lo que nos merecemos. No bastaba con el terror del estado de alarma, los 288 muertos por coronavirus, los 7750 contagios y 382 personas ingresadas en las UCI.
Las calles de nuestras ciudades, desiertas, ancianos y no tan ancianos angustiados por los efectos del terrible virus. Y lo peor, nos dicen, falta por llegar. Súmenle a ello la devastación de la economía, con un paro terrible que amenaza con arrasar el tejido productivo y llevar a una situación cercana a la miseria a millones de españoles.
Con este panorama frente a nuestros ojos, resulta que la máxima autoridad del Estado, el mismísimo Rey Felipe VI, tiene que renunciar a su comprometida herencia y decide retirar a su padre, el rey emérito Juan Carlos I, la asignación de casi 200.000 euros que recibía de dinero público.
¿No teníamos ya suficientes dosis de desdicha? ¿Necesitábamos más, y precisamente el mismo día que se llora a tantos muertos? ¿Qué extraña conjunción planetaria ha concentrado en nuestro sufrido país tanta miseria?