¿Qué nos dejó el 8M?
Los problemas de desigualdad son hoy los mismos que en años precedentes. Pero los pasos que quedan por dar se enfrentan además a la amenaza del retroceso
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Madrid
El 8M nos dejó ayer, de nuevo, una movilización masiva. Quien estuvo en cualquiera de las manifestaciones solo pudo ver una protesta festiva, transversal y transgeneracional, con una fuerza que solo pueden minimizar o ignorar de oficio los no partidarios. Fue, eso sí, menos masiva que las celebradas en los dos años anteriores, que convirtieron a España en referencia internacional de la protesta feminista.
Las convocantes deberán analizar estos datos. Para saber si es una mera anécdota estadística, una lógica caída relativa frente a récord históricos de participación, o si estamos ante síntomas de cansancio o de desconcierto ante debates, siempre enriquecedores, salvo cuando se transforman en disputas estériles sobre quien encarna la pureza del verdadero feminismo. Porque los problemas de desigualdad son hoy los mismos que en años precedentes. Pero los pasos que quedan por dar se enfrentan además a la amenaza del retroceso. Y el mitin antifeminista que Vox contraprogramó ayer en Vistalegre, su creciente presencia en las instituciones y el peso adquirido en los gobiernos que necesitan de sus votos deberían ser suficientes señales de alarma para no despistarse, para no dar ni un paso atrás ni permitirse un tropiezo.
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