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'El escándalo', las mujeres que hicieron caer al capo de la derecha americana

Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie protagonizan esta cinta sobre el despido de Roger Ailes, el jefe de Fox News acusado de acoso sexual a presentadoras y empleadas durante años

El Cine en la SER: 'El Escándalo', las mujeres que hicieron caer al capo de la derecha americana (07/02/2020)

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Madrid

Todo listo para los Oscar, unos premios donde el cine español tiene tres nominaciones, Antonio Banderas, Pedro Almodóvar con Dolor y Gloria y Klaus, la película de animación que ya ha ganado el Bafta. Hacemos quiniela de unos premios en los que 1917 llega pisando fuerte, y por supuesto, analizamos las veces que los españoles han estado en la Academia de Hollywood y recordamos a Kirk Douglas, la leyenda rebelde. Y los estrenos de la semana, también pasan por los Oscar, tres nominaciones tiene El Escándalo, la película con Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie sobre los abusos sexuales de Roger Ailes, el capo de la FOX. Margot Robbie por partida doble, porque protagoniza el taquillazo de la semana: Aves de prensa, la fantabulosa emancipación de Harley Quinn. En cine independiente, el regreso de Terrence Malick con Vida oculta y la danza contra la homofobia de Solo nos queda bailar. Y en televisión nos acercamos a una serie distópica, La Valla, de Atresmedia, donde se ha suspendido el gobierno, la monarquía y hay un muro para evitar contagios.

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El escándalo (Jay Roach)

La caída del capo de la derecha americana fue solo un anticipo del movimiento #MeToo que irrumpiría un año después con el caso de Harvey Weinstein. Denuncias de acoso y abuso sexual en cascada que demostraron la fuerza del feminismo y el fin de la impunidad para los poderosos empresarios y magnates del cine y la prensa. Si la serie La voz más alta abarcaba toda la historia de Roger Ailes, figura clave para entender la televisión americana, aquí se centra en sus últimos días, en el despido del hombre que controlaba Fox News y marcaba la agenda republicana en Estados Unidos.

Las denuncias vinieron del seno de la propia cadena. En el verano de 2016 Gretchen Carlson, interpretada por Nicole Kidman, es despedida tras una campaña en su contra y ser degradada. La periodista decide presentar una demanda por acoso sexual Ailes. Nadie esperaba que prosperaba, pero antiguas trabajadoras, muchas ya retiradas, empiezan a confesar que también habían sufrido acoso o abusos en diferentes etapas. Las periodistas de Fox News empiezan a dejar de ver como intocable a su jefe, pierden el miedo y deciden ir hablando en cascada sobre un secreto a voces.

En tan solo 16 días, Ailes vive su final con la estocada de Rupert Murdoch, propietario de Fox News, que lo despide con una frase demoledora: "Ahora hay audiencia para ese lado de la historia”. Una sentencia que define todo el proceso y lo que vendría después. La corresponsal estrella de Fox News, Megyn Kelly, que había sufrido el acoso virtual de Donald Trump por denunciar su trato a las mujeres, también contribuyó a su caída. Charlize Theron, también productora, tira de prótesis y maquillaje para clavar a esta poderosa periodista que, por su posición, jugó un papel clave dentro de la redacción de la televisión.

Margot Robbie interpreta a una joven periodista, fan de Fox News y deseosa de triunfar, que pronto comprueba cómo para progresar había que someterse a los deseos de Roger Alies. Al magnate lo representa John Lightgow, en un retrato brutal de un hombre acostumbrado a la impunidad que ve como la sororidad de numerosas mujeres acaban con sus abusos y su poder. Tan solo un año después, en octubre de 2017, el New York Times informó sobre múltiples acusaciones contra otro capo, Harvey Weinstein, el productor más poderoso del cine. Un momento crucial que puso fin al silencio en muchas empresas.

Aves de presa: la fantabulosa emancipación de Harley Quinn (Cathy Yan)

La nueva película del universo DC, protagonizada por Margot Robbie de nuevo en el papel de Harley Quinn, es una comedia de acción con más acierto para coreografiar mamporrazos que para encontrar el humor. Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn) es una fiesta colorida, llena de lentejuelas y purpurina, en la que este personaje se emancipa tras la ruptura con el Joker. Quinn tendrá que aprender a vivir sola y sin la protección que el villano más temido de Gotham le proporcionaba, y se dará cuenta de que tiene incontables enemigos, incluso algunos a los que ni recuerda.

La historia de Harley Quinn se cruzará con la de otras tres mujeres, Canario Negro, Cazadora y Renée Montoya, con las que tiene un enemigo común: Máscara Negra, interpretado por Ewan McGregor. Juntas tendrán que salvar de este villano, que no está a la altura, a Cassandra Cain, una niña huérfana con la mano muy larga. El personaje de McGregor no es el único que no da la talla, el resto de los personajes secundarios son planos y quedan a un lado por la gran presencia de Margot Robbie, y la reunión de este grupo de mujeres luchadoras contra el mal se hace esperar más de lo necesario.

Con estética de videoclip hiperviolento, de aire noventero, y una estupenda banda sonora, toda la historia está contada en voz en off por la mismísima Harley Quinn, quien hace y deshace a su antojo, creando una narración desordenada que acaba haciéndose pesada y que podría ser un reflejo del desorden mental de la protagonista. Son tantos los detalles que nos da en su narración que no hace falta conocer su pasado: una introducción animada explica cómo esta niña anarquista que estudió psiquiatría acabó enamorándose del Joker y ahora armando su propia revolución.

Dirigida por la casi novata Cathy Yan, escrita por Christina Hodson y producida por Margot Robbie, Aves de presa mantiene su propósito feminista tanto delante como detrás de las cámaras y, aunque mejora lo que vimos en Escuadrón suicida, no llega a estar a la altura de lo que Todd Phillips hizo por el exnovio de Harley Quinn en Joker.

Vida oculta (Terrence Malick)

Obedecer es un acto político. Lo sabe Terrence Malick, el cineasta menos narrativo de cuantos existen en Hollywood. Tres horas ha necesitado el norteamericano para contar cómo una sociedad se repliega ante el bien o ante el mal, según le convenga. Lo hace a su manera. Con escenas poéticas que podrían formar parte de El árbol de a vida, película con la que ganó la Palma de Oro. 

Malick crea una película bella y luminosa en medio de una de las historias más horrendas de la Segunda Guerra Mundial. Una historia real, por desgracia, de hombres que hacen el bien sin ser importantes, como reza al final la cita de George Elliot. Un granjero austriaco, perdidamente enamorado de su mujer y sus hijas, decide no colaborar con el régimen nazi. No se alista y no hace el saludo nazi a los soldados que pasean por la pequeña aldea montañosa en la que viven. Eso le genera el rechazo y el odio de todos los vecinos. Nadie quiere verse señalado. Su valentía y su rechazo al mal, es una traición para los vecinos.

El director de La delgada línea roja o Malas tierras es experto en utilizar la cámara, sus movimientos y la pantalla para expresar sus dudas filosóficas y morales. Malick estudió filosofía y publicó varios ensayos sobre Heidegger, el filósofo alemán que empatizó con el nazismo y aclamó a Hitler. Sin embargo, su película parece más kantiana, en el sentido de que defiende la idea de pensar por uno mismo, de modo independiente y sin prejuicios, y ponerse en el lugar de los demás. No hay juicio al estoicismo y el empeño de un personaje obcecado con hacer el bien, con la duda sobre Dios y la religión siempre presente. Vida oculta es una película bella y su director se recrea en los trabajos de los granjeros y campesinos, en la historia de amor, en los juegos de los niños y en los rostros de los vecinos de ese pueblo.

Son las escenas en esa especie de microcosmos, que representa a la Alemania de aquel periodo, las más interesantes. En ellas, Malick descubre cómo la extrema derecha y el discurso del odio logra imponerse. Hay algo de la banalidad del mal, que describía la alumna de Heidegger, Hannah Arendt, durante el juicio al funcionario nazi Eichmann. Tanto Arendt como los filósofos clásicos, Platón y Sócrates, defendían que es mejor sufrir una injusticia que padecerla y, que además, es preferible ser castigado por cometer una mala acción que salir impune de ella. Ese es el protagonista que presenta Malick, un socrático dispuesto a todo por no cometer un crimen.

Mientras todos esos vecinos y vecinas que escupen al pasar o miran mal a la familia protagonista, no se consideran culpables del mal colectivo que fue el Holocausto, aunque con su apoyo y su silencio contribuyeran a él. Malick lo sabe y abre aquí una reflexión sobre las consecuencias de los mandatos y la rebelión como normal. Para Malick también lo es. Una rebelión pacífica o estática si se quiere, pero rebelión al fin y al cabo, a las órdenes de Hitler. La obra es redonda, bella y muy inteligente, toda una lección para aquellos que en los tiempos de Le Pen, Vox, Trump, Bolsonaro, siguen mirando para otro lado. 

Solo nos queda bailar (Levan Akin)

En Solo nos queda bailar conviven varias tensiones que dialogan entre sí. La tensión entre tradición cultural e identidad individual, la tensión entre una generación ligada a la Unión Soviética y otra que desea entrar en la Unión Europea, y la tensión entre un arte guardián de ciertos valores y un cine que los cuestiona. Todo confluye en la nueva película de Levan Akin, quien utiliza el mundo de la danza georgiana para construir una historia de despertar emocional y sexual.

Nacido en Suecia, pero de orígenes georgiano, el joven director bucea en sus raíces para componer un relato íntimo y universal de búsqueda y autoaceptación. "No estoy denunciando nada en Georgia, es una película que celebra Georgia, su tradición y su cultura. Lo que intento decir es que no son excluyentes, puedes amar tus tradiciones, tu cultura, y no aceptar las normas. Puedes hacer las dos cosas a la vez. Hacer esta película es algo que llevaba mucho tiempo en mi cabeza. En estos tiempos hay mucha gente que se pregunta por la identidad y te intentan encasillar, meterte en una caja de lo que debes ser, y es algo que no me gusta. Por eso pensé que eso era una parte de lo quería decir con esta película·, explica.

La gran sorpresa del film es la interpretación de Levan Gelbakhiani, un joven bailarín al que el director encontró por Instagram. El intérprete lleva todo el peso de la cinta, aguanta con su mirada primeros planos que revelan su conflicto interno y fluye en los largos planos secuencia donde experimenta con su cuerpo. "Un bailarín siempre busca algo nuevo, cuando baila busca dentro de sí mismo física y mentalmente. En cuanto al baile georgiano, no lo conocía muy bien, pero me di cuenta de que piensan que el baile es cosa de mujer y hombre de forma muy estricta. Creo que es un poco estúpido mirar el baile según masculinidad o feminidad, porque bailar es solo expresarse, está ajeno a las normas, a lo que la sociedad etiqueta. Es todo lo contrario. Puede ser lo que quiera. Puedes ser femenino en tu vida y luego bailar masculino. Son solo ideas que están en la sociedad", reflexiona.

Su afán por triunfar y su lucha por bailar según el canon de virilidad de la danza georgiana chocan con la llegada de un nuevo alumno, un moderno bailarín que le atrae sexualmente y con el que tiene que pelear por un puesto. Esa rivalidad y atracción es el motor de la cinta. La pulsión entre disciplina y deseo conforman este viaje interior que pone sobre la mesa debates actuales. La idea de masculinidad y su construcción social. Si hay espacio, dentro de entornos conservadores, para un nuevo modelo de hombre que desafíe la visión hegemónica.

El debate también se manifiesta en lo formal, en lo visual, con una propuesta lírica que enfrenta la belleza de las imágenes a la intolerancia del espacio. También lo hace a través de la música, donde los ritmos de la danza georgiana dejan paso a la liberación pop de las canciones de Robyn.

La recepción en Georgia estuvo cargada de polémica. Grupos ultras, encabezadas por católicos ortodoxos, organizaron protestas, que acabaron en graves altercados, contra la exhibición de la cinta en un país donde la comunidad LGTBI tiene en la teoría sus derechos reconocidos, pero en la práctica siguen sometidos a una discriminación y persecución. "Sobre el papel, Georgia es uno de los países más progresistas de toda la región. Hay leyes que defienden los derechos del colectivo LGTBI, todo está escrito, el problema es que no se implementa. Hay movimientos que dan información sobre el colectivo, pero también existe una contrapropaganda, una especie de guerra con esta información. Los que peor viven allí son los transexuales, desde 2010 ha habido muchos asesinatos y no siempre la policía ha llevado a cabo la investigación como debería o se busca al culpable. Parece ser que está cambiando algo y que se está intentando mejor esta situación".

Premio del público en el Festival de Sevilla y a mejor actor en la Seminci, es la película que Suecia envió a los Óscar pero que no logró pasar el corte. Como en Ema, de Pablo de Larraín, Solo nos queda bailar celebra el poder emancipador del baile y el cine como declaración política. "Si los pensamos, las tradiciones siempre cambian, la cultura evoluciona. Los humanos somos nómadas, se nos hizo para ir andando, para buscar, para ver cosas. Lo que mueve el mundo es la curiosidad, estamos hechos para ver y descubrir nuevas cosas. La cultura siempre ha evolucionado, los que se oponen a cambios en las tradiciones solo tienen miedo", zanja el director.

 
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