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'Un momento en el tiempo: Waves': un portentoso y colorista melodrama familiar

Trey Edward Shults firma su propuesta más radical y ambiciosa, un gran relato familiar y adolescente dividido en dos partes con un tratamiento visual diferente

Kevin Harrison Jr., protagonista de 'Un momento en el tiempo: Waves' / UNIVERSAL PICTURES

Kevin Harrison Jr., protagonista de 'Un momento en el tiempo: Waves'

Madrid

El retrato de la familia es el retrato de una sociedad y su tiempo. El cine ha mostrado su evolución durante décadas, y esa obsesión recorre la filmografía de Trey Edward Shults, uno de los directores más prometedores de EEUU. Con Un momento en el tiempo: Waves va un paso más allá al colocar en el centro de la historia a una familia afroamericana de clase media alta.

El joven realizador, de solo 31 años, ahonda en su tercera película en las dinámicas familiares, pero con una propuesta más radical y ambiciosa, dividida en dos grandes relatos. Por un lado, examina las relaciones paterno-filiales. Sterling K. Brown, ganador del Óscar por Green Book y protagonista de la serie This is us, asume el papel de padre autoritario e intransigente, cuyas presiones llevan al extremo a uno de sus hijos. 

Sterling K. Brown es el padre autoritario e intransigente

Sterling K. Brown es el padre autoritario e intransigente / UNIVERSAL PICTURES

Sterling K. Brown es el padre autoritario e intransigente

Sterling K. Brown es el padre autoritario e intransigente / UNIVERSAL PICTURES

Un hombre hecho a sí mismo que, marcado por un pasado traumático y consciente del racismo, impone la disciplina al cariño, empeñado en marca las expectativas de su hijo. El miedo, las dudas y la rebeldía se juntan en ese joven atleta que encarna Kevin Harrison Jr. El actor, con el que el director ya había trabajo en su anterior cinta, participó en la construcción de este personaje, un popular adolescente que no puede permitirse ser vulnerable.

El acierto de la película es combinar ese trato tóxico con un estudio de las relaciones adolescentes en la actualidad. La exigencia física y psicológica, la relación con su primera novia -una de las actrices de la serie Euphoria, por cierto- y un entorno opresivo llevan a este joven a una espiral de autodestrucción, un viaje a la oscuridad, con drogas y violencia, que el director acompaña con una frenética realización. Una apuesta estética llena de colores llamativos, bruscos movimientos de cámara y un popurrí musical, desde Frank Ocean a Kendrick Lamar, que subrayan la tensión y agonía de ese hijo atrapado y sin recursos emocionales.

El director admite la influencia del cine de Wong Kar Wai para darle forma a un proyecto en el que lleva trabajando más de 10 años. El estado mental de los protagonistas, su vida interior, define el tratamiento visual. Un hecho trágico marca un punto de inflexión en la película que le sirve para cambiar la mirada. El angustioso primer acto da paso a un segundo pasaje contenido, reflexivo y luminoso, donde la cámara y la música también se relajan.

La hija encabeza esta parte, un viaje en busca de la identidad marcado por el primer amor y la fragilidad de los lazos familiares. Taylor Russel y Lucas Hedges protagonizan un relato sosegado de tránsito a la madurez, que se aferra a las emociones y la comunicación para curar las heridas.

El flujo del amor y el dolor por la vida de esta familia articula toda la película, un melodrama colosal, por momentos excesivo en lo formal, que también indaga en el racismo, la masculinidad tóxica y las clases sociales para conformar esta panorámica de la América de hoy. 

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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