La batalla de Leningrado
El 27 de enero de 1944, los nazis que habían intentado destruir San Petersburgo durante más de dos años, se marcharon derrotados
El día de hoy se podría considerar que fue un buen día para Leningrado, porque salió del peor momento de toda su historia. Pero dudo que sus habitantes tuvieran muchas energías para celebrar nada.
Hitler, el líder de la Alemania nazi, tenía claro que el enemigo final de su régimen era la Unión Soviética. Hitler no tenía precisamente simpatías ni por los comunistas ni por los eslavos, a los que consideraba como seres solo dignos de ser animales de carga para la raza superior alemana.
Y dos años después de haber empezado la que sería conocida como Segunda Guerra Mundial, Hitler dirigió a su maquinaria militar contra la URSS.
La Operación Barbarossa, que fue el nombre que le dio el führer nazi al ataque, empezó el 22 de junio de 1941. Inicialmente, la guerra relámpago alemana fue tan efectiva como lo había sido en otros frentes. Uno de los tres puntos clave de la operación era la conquista de Leningrado, el nombre con el que había sido bautizada San Petersburgo, la antigua capital de los zares, cuando murió Lenin, el fundador de la Unión Soviética, en 1924. Todo parece indicar que los planes de Hitler pasaban por la destrucción total de la ciudad.
Los nazis llegaron a la ciudad en septiembre, y estaban muy seguros de que su conquista sería fácil, sobre todo a partir del momento en que consiguieron rodearla por completo. Pero con una cosa no contaban los alemanes: con la resistencia feroz de los rusos.
Pasaron un hambre atroz, y murieron más de un millón de habitantes de la ciudad, pero no cedieron.
Y al final, casi 29 meses más tarde, el 27 de enero de 1944, pudieron ver cómo toda esa desolación había servido para evitar al menos la aniquilación total de la ciudad. Los nazis fueron derrotados y no tardarían en ser ellos los sitiados por los rusos.