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'Richard Jewell': el héroe de la América profunda

Clint Eastwood reivindica la figura del ciudadano americano, amante del orden y de la ley, pero crucificado por la prensa

El Cine en la SER: Clint Eastwood dispara contra la prensa en 'Richard Jewell' (03/01/2020)

El Cine en la SER: Clint Eastwood dispara contra la prensa en 'Richard Jewell' (03/01/2020)

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Madrid

Clint Eastwood estrena con polémica Richard Jewell, una mirada a la investigación policial y periodística del caso de un guardia de seguridad de los Juegos Olímpicos de Atlanta que acabó siendo el principal sospechoso de la colocación de un explosivo. Más polémicas, otro veterano que vuelve es Roman Polanski, entre protestas en varios países, estrena El oficial y el espía, segundo premio en Venecia y su mirada al caso Dreyfus, al antisemitismo y a los linchamientos mediáticos. Y la primera película española del año es un thriller, El silencio del pantano, el debut en cine de Marc Vigil, asesinatos y corrupción en Valencia.

Richard Jewell (Clint Eastwodd)

 En los últimos años Clint Eastwood lo ha tenido muy claro. En El francotirador retrató la vida de Chris Kyle, el militar de las SEAL más letal de la historia estadounidense. Luego, en Sully, contó la hazaña del piloto Chesley Sullenberger, que consiguió “amerizar” un Airbus A320 averiado en el río Hudson sin que el pasaje sufriera ningún daño. Y un par de años después, en 15:17 Tren a París, recordaba a tres americanos que impidieron un atentado terrorista. Todas eran historias de héroes poco conocidos o infravalorados. Todos eran ciudadanos americanos normales y corrientes que un día habían tenido que protagonizar hechos extraordinarios.

En Richard Jewell Clint Eastwood se vuelve a fijar en uno de estos americanos incomprendidos. Richard Jewell era un guardia jurado que trabajaba en el verano de 1996 en los Juegos Olímpicos de Atlanta. La noche del 27 de julio, durante un concierto, descubrió una mochila con explosivos. El artefacto estalló. La explosión causó dos muertes y centeneras de heridos. Gracias a Richard Jewell se salvaron muchas vidas. Sin embargo, El FBI comenzó a investigarle como sospechoso.

A Eastwood en la película le interesa mostrar ese tránsito de héroe a villano. Según el director dos instituciones no hicieron bien su trabajo. Por una parte, el FBI que le acusó sin pruebas y que no respetó sus derechos constitucionales, como la presunción de inocencia. Por otro lado, la prensa, en concreto el periódico Atlanta Journal, que de manera sensacionalista dio por hecho que Richard Jewell era investigado como sospechoso.

Precisamente el personaje de la periodista que publicó la noticia, Kathy Scruggs, interpretada por la actriz Olivia Wilde, es uno de los más polémicos de la película. En el film se insinúa que la reportera obtuvo la información a cambio de sexo. Algo que tanto el periódico como los familiares de la periodista, fallecida en 2001, han negado.

Lo que muestra Eastwood en el film es a un hombre simple y sencillo, un genuino representante de la América profunda, amante del orden, de la ley y de las armas de fuego, pero que está acorralado por el poder político. Richard Jewell, interpretado por Paul Walter Hauser, representa a esos millones de norteamericanos que todos los días se levantan, trabajan y confían en el gobierno y en la policía y que, sin embargo, por oscuros intereses, son manipulados, utilizados y despellejados por la opinión pública. Una historia maniquea y simple, pero que, como es habitual en Eastwood, está contada de una forma eficaz y directa, sin adornos innecesarios.

En el reparto del film destaca Kathy Bates que interpreta a la madre de Richard Jewell, y que es candidata como actriz secundaria en los Globos de Oro. En la película también podemos ver a Jon Hamm, El Don Draper de la serie televisiva Mad Men, que hace de agente del FBI y Sam Rockwell, el ganador del Oscar por Tres anuncios en las afueras que interpreta al abogado de Richard Jewell.

El Richard Jewell real murió en 2007 con tan solo 44 años. Ahora, con esta película, Clint Eastwood intenta limpiar totalmente su reputación y, de paso, ajustar algunas cuentas pendientes que él mismo tiene con los medios de comunicación que en los últimos años le han acusado de misógino y ultraconservador. Parece como si él mismo se viera identificado con el propio Richard Jewell. Al fin y el cabo el actor y director norteamericano es una leyenda del cine americano, casi un héroe, al que últimamente se le ve a menudo como el malo de la película.

El oficial y el espía (Roman Polanski)

La cinta sobre el caso Dreyfus, un caso que conmocionó a Francia en 1864, habla del momento actual. Alfred Dreyfus, un oficial del ejército francés, fue condenado por traición a la patria. Un montaje policial y mediático en el que condenaron a un inocente solo porque era judío. También condenaron al escritor Zola, por un artículo defendiendo a Dreyfus, titulado J'accuse, título que coge la película, aunque en España se ha traducido como El oficial y el espía. 

La cinta es un ejercicio de estilo de cine clásico, en el que el director de Repulsión o Chinatown, muestra una precisión extrema a la hora de configurar cada encuadre, desde la primera escena, donde le quitan los galones al acusado.

Polanski elige el thriller político para encarar este momento clave en la historia reciente del país galo. Se aleja del historicismo y se centra en desmontar las acusaciones falsas y las cloacas del Estado. Dreyfus fue una de las primeras víctimas de las fake news y de un sistema de espionaje más cutre que el de Villarejo y sus secuaces.

La elección del género es el gran acierto, porque en lugar de un filme histórico, el director combina la tensión política y el thriller judicial. Superviviente del Holocausto y del acoso del estalinismo, tenía muchos motivos para adaptar esta novela de Robert Harris, autor de otra de las películas del polaco: El escritor. También por lo que el director polaco considera una persecución: y es que desde el año 77 la justicia estadounidense le persigue por violar a una menor. La orden de detención no ha expirado y Polanski no puede salir de Francia.

Las persecuciones en Twitter, los casos de odio y la capacidad del Estado para crear enemigos son los temas que conectan esta película con el momento actual. Acertado también es el punto de vista, no es Dreyfus, sino un general quien descubre todo el pastel, el personaje de Georges Picquart que interpreta Jean Dujardin y al que intentan difamar por sus líos de alcoba en cuanto defiende a Dreyfus, papel que interpreta con tristeza Louis Garrel.

El silencio del pantano (Marc Vigil)

Curtido en la televisión en la última década, Marc Vigil debuta en la dirección de largometrajes con un thriller sombrío y tenebroso ambientado sobre las ruinas de la Valencia de la corrupción. Director de comedias como ‘7 vidas’ o ‘Aída’, de dramas de aventureros como 'Águila Roja’ o juegos históricos en ‘El ministerio del tiempo’, el realizador, también al frente de ‘Malaka’, ese thriller enraizado en la Málaga menos amable, lleva ahora al cine ‘El silencio del pantano’, una historia inspirada en la novela homónima de Juanjo Braulio con guion de Carlos de Pando y Sara Antuña.

Para esta cinta de encargo, el director se rodea de dos de los mejores actores con los que ha trabajado. Pedro Alonso, sí, el Berlín de ‘La casa de papel’, interpreta a ‘Q’, un famoso escritor de novela negra difícil de descifrar, un personaje silencioso y misterioso que busca inspiración en crímenes muy reales.

‘Q’ encarna la parte psicológica y enigmática, y Nacho Fresneda asume el lado visceral, la furia y violencia que lleva marcadas en la cara con las cicatrices de su pasado. Falconetti es la mano derecha, el brazo ejecutor, de la Puri, la matriarca gitana interpretada por Carmina Barrios que controla los trapicheos en los bajos fondos y tiene línea directa con el poder.

El paisaje es otro personaje, la Valencia de la Albufera pero también la del Cabanyal, una ciudad convertida en símbolo de la corrupción en el imaginario español. Los destrozos del sueño de Camps y Barberá flotan cuando el fango llega el cuello. El pantano es la metáfora de un lugar donde, el supuesto esplendor, escondía una ciénaga.

La corrupción, al igual que las pasiones y los instintos, es transversal. El poder político y económico no opera sin la colaboración de los bajos fondos, que también reclama su parte del pastel en esta historia, con un guion irregular y cojo, que juega con la realidad y la ficción para retratar a una sociedad corrompida. Un thriller con personalidad que descubre una nueva mirada para el cine español, en la tele ya lo conocían, que se adentra en lo más oscuro el alma humana, en la codicia y el odio que desatan la violencia.

 
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