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'Foodie love': comer, follar y una enmienda a la modernidad

Isabel Coixet se estrena en el mundo de las series con una ficción que mezcla comida y amor en un drama intimista, divertido, amargo y sensorial, con una propuesta visual muy sugerente. Una producción personalísima, la primera de HBO en España, en la que la directora vuelca todo su universo

'Foodie love', así es la primera serie de HBO en España con Isabel Coixet / HBO

Madrid

HBO entra por la puerta grande en la producción de series en España. Tres años después del lanzamiento de la plataforma en nuestro país, la marca televisiva más prestigiosa estrena ‘Foodie love’, su primera ficción original escrita y dirigida por Isabel Coixet. Una dramedia de ocho capítulos de media hora con el sello personalísimo de la autora. Una historia de amor a través de citas culinarias que protagonizan Laia Costa y Guillermo Pfening.

Coixet regresa al drama más intimista, amargo, divertido y reflexivo, para cocinar un romance con dos personajes que derrochan química. Para eso, los eleva y aísla casi del entorno -familiar, laboral, social…- y se centra únicamente en la evolución de su relación mientras degustan platos en Barcelona, viajan a Francia o enfrentan sus fantasmas en Roma y Tokio. La directora acompaña un guion sólido, en el que también juguetea con la voz interior de los personajes, con una propuesta visual estimulante. Una estética cuidadísima -han participado cuatro directores de fotografía- y una banda sonora deliciosa convierten la serie en una experiencia sensorial.

Hay algo también en ‘Foodie Love’ de enmienda a la modernidad desde sus propias contradicciones y paradojas. El amor líquido, que decía Bauman -aquí personificado en un helado-, el universo literario, musical y cinéfilo de la propia autora, el antipostureo desde lo hipster, la aversión por la autoficción desde una obra tan autobiográfica. Todo sabe a Coixet y todo huele a HBO, un exquisito plato combinado.

Comida y amor, ¿por qué? ¿es lo mínimo que necesitamos para vivir?

Y plataformas (risas) Sí, al final si uno se pone a pensar, pues necesitas muy pocas cosas, ¿qué hay más fundamental que amar y comer, no?

Dices que es lo más fresco e íntimo que has hecho, ¿cómo ha sido el proceso de hacer tu primera serie?¿un parto más duro que una película?

Cuando pensé un poco la idea, sí que pensé que era una historia para una una serie, no para una película. Y en el desarrollo evidentemente tienes que aprender unos códigos nuevos, otra manera de estructurar las cosas, pero una vez lo entiendes a partir del aprendizaje de ver muchas series… Es diferente, sí, sobre todo a nivel de estructurar y de cómo son los actos. Pero una vez aprendes, no me ha parecido especialmente difícil.

¿De tiempo sí ha sido más duro, la escritura, el rodaje?

La escritura, sí. Y el rodaje, también. La verdad es que sí, porque era también un desarrollo largo, ha sido como hacer dos películas seguidas. Y con esa tendencia que tengo yo a complicarme la vida. En principio la historia pasaba en una ciudad, no se sabía en qué ciudad. Y claro, luego ya uno empieza a desbarrar y dices por qué no en este capítulo se van al sur de Francia. Se podrían haber ido aquí a un parador al lado, pero no, también está el sur de Francia porque me gustaba jugar con la idea del país donde se supone se come mejor y donde ha crecido un poco, ha nacido, el concepto de la cocina como una de las bellas artes para que fuera el lugar donde comen peor (oh, esto es un poco spoiler, pero bueno) Y Japón es un lugar que me fascina, me encanta rodar allí y había toda una historia, un tema recurrente japonés que quería explorarlo. Ha sido durillo, han sido tres meses sin parar.

Hablas de Japón, es solo una de las referencias en una serie que habla de ti, de tu universo. Desde la literatura -“eres lo que lees” o Ana María Matute-, la comida, Florence and the Machine, Sergio Leone, ese concepto de masturficción, ¿es una carta personal?

La siento demasiado mía. A veces da un poco de pudor. Porque es verdad, hay cosas de los diálogos que he dicho, no sólo de ella, de él también. Hay un monólogo de él que yo he dicho esas cosas he pensado esas cosas, he dicho una cosa y he pensado otra, y he intentado que no se me notara y he metido la pata hasta el fondo. En ese sentido sí que me daba un poco de pudor, pero a la vez me salía. Supongo que la cabra tira al monte. Y no solo los personajes de Laia y Guillermo, también el personaje de la heladera, que es una actriz italiana que yo la conocía de una publicidad que hicimos hace muchos años, es una mujer maravillosa. Es un poco una mezcla de Concha Velasco, Yolanda Ramos y Giuletta Masina. Tiene un programa diario en televisión, es como star en Italia, pero luego es una tipa como súper culta, que siempre nos hemos entendido muy bien, que tiene también una licenciatura en Filosofía. Agnès Jaoui que es una mujer a la que también admiro muchísimo. Las cosas que ella dice son muchas de las cosas que yo he vivido y he pensado. Cuando estás en un bar y ves que todo el mundo podrían ser tus hijos, te dan ganas de decirles cosas que sabes que aprenderán.

'Foodie Love', comer, follar y una enmienda a la modernidad

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La serie es, en cierto sentido, una enmienda a la modernidad. Desde ese helado de Bauman, el amor líquido, todo a fuego lento, sin prisas, casi sin móviles, con uno personajes casi aislados de su entorno, solo entregados a conversar, ¿lo sientes así?

En realidad es como la historia de Abelardo y Eloísa, que tiene esta cosa de que sí, son muy modernos, uno es matemático, la otra lee manuscritos, pero en realidad las pulsiones que les mueven son las mismas, son inequívocamente románticas. Y de un ideal romántico y de un miedo a crecer, es algo que veo en ellos aunque también lo veo en mi generación, que nosotros pensamos que en nuestra cabeza todavía tenemos 18 años o diecisiete, o en el peor de los casos, 14. Y estás como anclado en cosas casi pre-adolescentes, pero, claro, tu trayectoria profesional es una y tus deseos van por otro lado. Entonces sí que hay. No sé si es una enmienda, pero sí, me parece bien, lo voy a utilizar esto.

Hay muchas de mis obsesiones, de las cosas que detesto. Evidentemente, la autoficción, y lo dice alguien que ha hecho una cosa totalmente personal. Pero a mí lo que me molesta de la autoficción, por ejemplo, de Karl Ove, que escribe maravillosamente, e que hay algo de alguien henchido de su importancia cuando describe las pelusillas que le quedan del jersey en el ombligo. Y a mí eso es lo que me echa para atrás. Una cosa es hablar al final todos hablamos de las cosas que nos pasan, que nos gustan, de filias y fobias, pero hacerlo desde la verdad, o al menos desde una honestidad que al menos cuando la dices, te la crees. Luego, evidentemente, la verdad puede ser otra. Sin pensar que eso es definitivo y sin pensar que lo que haces, simplemente por hacerlo, tiene un peso específico. Yo creo que ahí es donde la autoficción me rechina. Por eso digo masturficción.

También hay pequeñas licencias, justificadas narrativamente. Por ejemplo, el capítulo en el que ellos van al restaurante, que puede ser el más pijo de 25 platos, lo equilibras con una trama pequeña sobre una pareja de riders, ¿por qué? ¿no querías que quedara todo hípster?

Me gustaba que fuera un restaurante de dos estrellas Michelin y que acabaran jugando con la comida y riéndose de todo. Pero sí que me parece importante recordar que nosotros estamos en casa calentito y nos apetece una sopa thai y hay un chaval que por dos euros y medio el viaje, te lo trae. Me parecía importante recordarlo y yo lo recuerdo siempre. Una de las cosas que también dicen es, como nos sentimos culpables, damos propina, que también es algo como en vez de luchar por un sistema que haga que la gente tenga unos salarios dignos, vamos como paliando el sistema. Y sí que me parece importante decirlo, recordarlo. Y yo lo recuerdo siempre, intento, desde luego, no vivir en los mundos de Yupi. Ellos a veces viven un poco en los mundos de Yupi. También tienen la lucidez para reconocer a veces.

En cuanto a la propuesta visual, hay una mirada porno a la comida

Totalmente, por favor, es foodporn total

El diseño es muy sugerente, muy particular, muy HBO

Una de las cosas que me planteé y que, logísticamente fue complicado tener, son cuatro directores de fotografía, cuatro directores a los que adoro. He trabajado con ellos antes. Desde Jennifer Cox, que ha hecho el capítulo de Tokio, que fue la directora de fotografía de Elisa y Marcela, a Jean Claude Larrieu, que es mi director de foto de todas las pelis. Natasha Braier, que es para mí una de las mejores directoras de fotografía del mundo hoy en día y que seguramente estará nominada para los Oscar por ‘Honey Boy’. Nil Dalmases, que es un director de fotografía joven con el que empecé a trabajar cuando era un adolescente.

Me gustaba la idea de trabajar con cuatro directores de fotografía para que no fuera una cosa monótona, que cada capítulo tuviera su personalidad y tuviera su universo. Fue un poco complicado porque también hay flashbacks, con lo cual el trabajo de los cuatro se mezcla. Pero yo estoy contenta con el resultado, y más sabiendo que me enfrentaba como a rodar dos películas seguidas. Pensaba: cuando entre de repente el nuevo director de fotografía, eso me va también a poner las pilas para buscar encuadres diferentes para de alguna manera no aburrir al espectador. Si te ves la serie es como ver dos pelis en un programa continuo, sesión continua.

Y también es interesante el uso de los bocadillos, el uso de esa voz interior, de los pensamientos de los protagonistas, ¿cómo lo has articulado todo para que funcione y si ha salido todo lo que tenías en tu cabeza en el sentido de guion?

Ha salido mucho más y, sobre todo, ha salido mucho más porque he tenido a dos cómplices maravillosos, porque la serie con otros actores no sé cómo hubiera sido, pero tener la entrega y la generosidad que tuvieron con ellos mismos, Laia y Guillermo, sin ellos no lo haces. Yo siempre a ella la tuve en la cabeza. A él le conocía de sólo una peli, de Nadie nos mira y me gustó muchísimo su trabajo, superdifícil en esa peli. Al principio el personaje no era argentino, pero luego pensé, es un actor maravilloso, es argentino, ¿y qué? Pues adelante. No sé cómo lo han hecho, porque tampoco es que yo lo haya creado, esa química, porque la química no la creas. Puedes empujar a dos personas a los brazos del otro porque si no quieren ir y no hay algo, y ellos han abrazado a estos personajes, a él y a ella. Y sin ellos, desde luego, la serie no sería lo que es. Ya puedes hacer tú aquí muchos colorines que si no hay algo de corazón, no sale.

Decías hace unas semanas en Bilbao que siempre te has sentido una directora que estaba en el ojo del huracán, que siempre te han dado caña frente a otros con un trato más benevolente, ¿es esta serie también un regalo para tus haters?

Por supuesto, es un gran regalo para mis haters, lo tiene todo (risas) Yo creo que vivimos en un universo de eso, de filias y fobias, pero también yo soy así, hay cosas que odio. Lo que pasa es que no me tomo la molestia de manifestarlo. Bueno, sí, algunas cosas sí, pero creo que he sido fiel a mí misma, porque si no eres fiel a ti misma, ¿a quién vas a ser fiel?

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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