Homofobia institucional
La historia ha demostrado demasiadas veces que cuando se quita el tapón de la brutalidad cualquier cosa es posible
Madrid
Podemos ignorarlo, podemos minimizarlo, no darle importancia a las señales, pero las señales de lo que representa la nueva tentación totalitaria que recorre el mundo, y en particular Europa, están aquí. A uno le puede gustar mucho, poco o nada el festival de Eurovisión, a una televisión le puede interesar participar o no interesarle, no es eso lo que eleva a categoría la decisión de Hungría de no participar en la siguiente edición del Festival de Eurovisión que se va a celebrar en Rotterdam en la primavera del año que viene. Hungría se retira porque el festival es demasiado gay. Y esto no es una anécdota. Esto es homofobia institucional, homofobia en manos de quien tiene el poder. La historia ha demostrado demasiadas veces que cuando se quita el tapón de la brutalidad cualquier cosa es posible.
Las señales parecen siempre pequeñas, pero conviene no perderlas de vista y no dejar pasar ni una. Angela Merkel, con un pie fuera de la política ya, ha vuelto a dar un ejemplo, contundente y emocionante de liderazgo contra el odio. En plena sesión del Bundestag, una diputada del partido ultra, que es ya la tercera fuerza de la cámara alemana, ha amenazado con el gesto de degollar a otro diputado. Y Merkel, la conservadora Merkel, ha subido a la tribuna para condenarlo.
En esto consiste exactamente el liderazgo, y no en echar cuentas sobre cuánto gano y cuanto pierdo si me pongo de perfil ante la barbarie.