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Ocio y cultura

Sexo imaginado

La Tana ha querido reflexionar sobre qué papel juegan en su vida sus aparatitos de cama.

Fiesta erótica / Julián Jaén

Fiesta erótica

Madrid

Pocos temas me fascinan tanto como la evolución de la juguetería sexual. Lo mucho que ha evolucionado, la oferta y la disponibilidad y la facilidad para hacerte con cualquiera de ellos. De comprarlos a hurtadillas hemos pasado a elegirlos a golpe de click. Ahora, de repente, me da por recordar cómo fueron aquellos años en los que entrábamos a hurtadillas a por nuetra artillería. La primera vez que me regalaron un artilugio para el sexo, se empeñaron en que aquello iba a consolarme de la ausencia de una verga a mi lado que hiciera su función. No tenía pareja, terminaba en más camas de las que quería y, para los amigos, fue la excusa perfecta para que nos echáramos unas risas. Esas cosas pasaban a finales de los noventa. Ahora en el siglo XXI sabemos que no nos consuelan de nada, sino que los usamos para use y disfrute. Pónganme un gozador cerca y verán qué poco necesito conmigo…

Pero no crean. Estos artilugios tienen la osadía de hacerse imprescindibles por su capacidad de acompañarte, sola o con amante entre las sábanas.

De mis mejores amantes, siempre recordaré al calvo aquel con barba que sacó la caja de los juguetes en cuanto me tumbó en la cama. Tengo que reconocer que hasta entonces sabía lo justo de lo que significa que pudieran hacértelo todo. Todo a la vez. Y enarbolando el aparato, una maravilla de diez centímetros, del grosor apropiado, con su lengua y el montículo hizo que entendiera qué significa rendirse. A ese sexo recurro cuando no me llega el que corresponde. De sexo imaginado se tira cuando es necesario y, en este caso, es fácil suplir la ausencia del original. Bastó con encontrarlo. Mi magnífico amante ni siquiera sabe la de veces que he vuelto a traerlo a mi cama por obra y gracia de un juguete sexual del que apunté el modelo.

Después de lo que ha supuesto el succionador de clítoris para todas nosotras, pocas cosas podrían gustarme tanto como que mis amantes quisieran ser partícipes de lo que supone, literalmente, que te roben un orgasmo. 2019, seguro, pasará a la historia por muchísimas cosas, pero nadie le puede quitar mérito al aparatito. Se lo apropiaron las milenial porque fueron capaces de saltarse todos los predicamentos y oraron, en público, para que se lo regalaran. Pocas cosas tan buenas como decir en público lo que tanto nos gusta.

Qué bueno es tener a mano la parafernalia apropiada para no echar de menos a nadie. Yo no necesito consuelo, me basta con imaginar acompañantes y enseñarles cómo tienen que quererme.

 
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