¿Cableada o cabreada?
Madrid
España mira con interés creciente y creciente preocupación a esa parte creciente del país, crecientemente vaciada. Y aún esa mirada sigue siendo miope. Porque junto a esos pueblos que se desangran existe un submundo más que es el de la España desconectada. Hoy conocemos la historia de Peñalba de Santiago, en León, que se enfrentó al incendio de una casa del pueblo sin posibilidad de combatirlo ni de llamar a los bomberos. No tienen cobertura telefónica.
La incomunicación es un contradiós en un mundo hiperconectado. No es solo la mutilación de un derecho básico para los habitantes de estas localidades, sino que es además un dique que frena su crecimiento. Quién va a pensar en vivir allí, en instalar un negocio por pequeño que sea, en pasar unos días de turismo por mucha paz que busque. Es un problema diabólico, además, porque estamos hablando de una necesidad pública que gestionan compañías privadas que, como no son ong, no suelen llegar o huyen de aquellos sitios en donde no hay negocio. Y en este círculo vicioso, es el país el que hace un mal negocio.