¿Rancho de lujo?
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Madrid
A un conocido chef francés, Arnaud Bloquel, que regenta un restaurante en Guadalupe, uno de los territorios de ultramar, se le atragantó la última inspección fiscal cuando el funcionario le preguntó, poco antes de despedirse, dónde comía. El restaurador le respondió lo evidente, que lo hacía en su propio restaurante. Bueno, pues la sincera respuesta le ha costado 14.000 euros, que es lo que le reclama la Hacienda francesa por beneficios en especie no declarados.
La polémica no es la reclamación de ese pago en especie, sino la cantidad reclamada. Porque mientras el cocinero declaraba esa partida a un precio de 6 euros por comida, el funcionario realizó el cálculo de lo que tendría que haber consignado a partir de la tarifa media de lo que cobra su restaurante de lujo por una comida. Y no son 6, sino 107 euros. No sabemos si esta abismal discrepancia es fruto de un inspector excesivamente puntilloso o de la férrea norma fiscal francesa. Lo que parece evidente es que no es probable que ni el chef ni sus empleados coman y beban a diario lo mismo que sirven a sus exclusivos clientes.