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Estrenos Cine | 'O QUE ARDE'

Oliver Laxe: "Los incendios son una gran catástrofe, pero todos somos un poco culpables"

El director conecta con sus raíces gallegas en 'O que arde', una mirada a la tierra, la tradición y los valores perdidos

Fotograma de 'O que arde' / NUMAX DISTRIBUCIÓN

Fotograma de 'O que arde'

Madrid

En España le desean suerte en cada entrevista. Los europeos le felicitan directamente. A él no deja de llamarle la atención el contraste. Oliver Laxe (París, 1982) celebra la suerte de haber sacado una película que ha pasado por el festival de Cannes -premio del jurado en Un certain regard-, por el de Toronto, por el San Sebastián... Nacido en París, sus padres, dos emigrantes gallegos, se conocieron en la saca Bataclan. Ha estudiado en Barcelona y Londres, ha vivido en Marruecos, pero los veranos siempre intentaba volver al pueblo. A Galicia. 

En su tercer largometraje explora la conexión con el campo a través de unos personajes anclados a la tierra, a los montes de Os Ancares. En 'O que arde' aborda desde el lirismo cómo sus paisanos conviven con el fuego. Amador es un pirómano que sale de prisión y regresa al pueblo. Aislado en las montañas, donde vive con su anciana madre, Benedicta, y tres vacas, sus vidas transcurren hermanadas con la naturaleza hasta que un incendio arrasa todo. 

El director tuvo que formarse para acompañar a los bomberos en la filmación y esperar, valga la contradicción, que el campo ardiera. No hay juicios ni discursos en el cine de Oliver Laxe. Una mirada bella, poética, a las tradiciones, a los valores perdidos, a la tierra que el pseuprogreso maltrata. Un retrato tierno y duro de la comunión del hombre con el entorno. 

Entrevista | Oliver Laxe, la comunión con la tierra y el fuego

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¿Cómo te llevas con tus raíces gallegas? Has nacido en París, de padres gallegos, has estudiado en Barcelona y Londres, has vivido en Marruecos...

Bueno, para bien y para mal, me considero gallego e intento asumirlo. Paso mucho tiempo en Galicia, ahora para la película, he vivido allí. Los artistas, los cineastas somos unos extranjeros, necesitamos distancia para ver las cosas. De cerca no se ve nada. Como cuando encienden una luz de repente o sales al exterior, la luz te vela, no ves nada... Pasa un poco eso, hay que distanciarse, hacer un viaje largo. El cineasta es como un Prometeo que lleva su antorcha apagada y va a buscar lejos un fuego, a posar lejos su antorcha y volver al espectador para decirle: mira esta luz que he encontrado, mira este vinilo que he encontrado en un mercadillo. Es un poco ese gesto.

¿Hasta qué punto está marcado el fuego en Galicia? ¿Cómo marca a una tierra y sus gentes?

De manera muy zen, que es un poco como nos lo tomamos todo en Galicia. Aceptándolo, con desapego y aceptación, si es así es por algo. A veces no entendemos por qué será, pero por algo será. Esto es lo que he querido recoger. No es una película sobre el fuego, no es una película que busca culpables ni meter a gente en la cárcel, sino todo lo contrario. No justificar a nadie pero entender la complejidad del mundo. Y ante la complejidad del mundo, ser cautos, tolerantes, misericordiosos y amorosos

¿Somos una sociedad que juzga todo el rato?

Soy una persona de naturaleza, como muchos de nosotros, intolerante, que juzga, encasilla... Cuando veo que toda la gente se pone en contra de alguien, pues digo, serán como yo, una panda de intolerantes. Cuando la opinión pública se pone en contra de alguien, me salen las orejas de lobo cineasta. Vamos a intentar ver qué hay aquí, sentir, entender... Y es un poco a lo que invita la película. Llega un momento en el que el espectador acaba pues queriendo a estos personajes, empatizando con ellos. Y al final entiende a todos. Estamos más allá de las dialécticas y los juicios, estamos más en el amor.

En lugar de entender el por qué, lo fácil es retirarlo de la comunidad, no entender...

Estamos en una sociedad que busca sangre, yo participo en esa rabia colectiva. Es una gran catástrofe el tema de los incendios, pero creo que somos todos un poco culpables. Obviamente hay dejadez política, lo que se ha hecho con el rural es de una falta de visión atroz. Ahora empiezan a hablar de ello, cuando esto ya es un holocausto, en fin... Son valores que se pierden, y de estos valores va la película. De gente que se siente pequeña y esta naturaleza que la supera, que lo acepta y convive bien.

Ahora todo el mundo habla de esa España vaciada y los efectos del pseudoprogreso

Sí, este mito del progreso que un poco nos hemos creído todos. Las provincias interiores de Galicia están sufriendo mucho. La mitad de los pueblos abandonados de España están en Galicia. Es trágico. A la hora de buscar culpables por los incendios, hay que preguntarse quién se está encargando de cuidar el campo. No hay nadie, en Galicia con todo lo que llueve en invierno, con dos semanas de sequía en verano ya es un polvorín. Y con el cambio climático, más. Es terrible. También está la industria del fuego, hay intereses, responsables, accidentes, paisanos... Tampoco es una tesis sobre el fuego, de algún modo sí una crítica velada a la modernidad, a este tonto mito del progreso sin romanticismo ni nostalgia. Intento no mirar al futuro con esos valores, enraizándonos mucho en la tradición, en nuestros valores, que creo que en España tenemos esa suerte, hay una conexión con el campo que nos hace ser personas más sanas, más enraizadas que en Europa. Y bueno, hay que proteger esos valores milenarios que son los que tienen los dos personajes de mi peli.

¿Tienen algo que ver contigo o con tu madre?

Yo nací de la inmigración. Mis padres se conocieron en la sala Bataclan en París y cada verano íbamos allí. Trabajaban además en el barrio pudiente, eran porteros allí. Veníamos cada verano a Galicia y no había ni carretera en el pueblo. Me acuerdo una vez de tener que coger las maletas y meterlas en la mula del abuelo y tener que caminar por allí como el personaje de la película. Yo me he hecho cienasta en ese valle, en Os Ancares, me acuerdo de relatos de mis abuelos de accidentes, infortunios, desgracias... Y me lo contaban con un desapego, una aceptación. Ni tristes ni felices, esto pasó por algo, por algo será. Con esa espiritualidad de la tierra, del vivir en la órbita de la naturaleza, que la naturaleza ya te esculpe, te hace místico casi... Y bueno, la labor de los cineastas es casi como la de los monjes poetas. Hay gente que mete a la gente en la cárcel, políticos, activistas, periodistas tienen que juzgar. A los cineastas, a los artistas nos toca poner amor, no justificar, pero entender que el que provoca dolor es porque ha sufrido dolor.

 
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