¿Qué hacemos con la obra de un criminal?

undefined
Madrid
La polémica de hoy vuelve a enfrentarnos a un asunto espinoso y recurrente: ¿qué hacemos con la obra artística cuyo autor es un criminal? En Galdakao, asociaciones de víctimas han pedido al ayuntamiento que cancele la exposición de cuadros y esculturas de Jon Bienzobas, el etarra que asesinó a Tomás y Valiente. Y en torno a la película Joker, se ha suscitado un nuevo debate por una de las canciones de su banda sonora compuesta hace 50 años y cuyo autor, Gary Glitter, el rey del glam, cumple condena desde 2015 por abusar sexualmente de tres niñas. Diarios británicos como The Sun y Daily Mirror y la cadena estadounidense NBC, denuncian que un pederasta convicto incremente su fortuna gracias a sus derechos de autor por esta película.
Ninguno de los dos individuos tiene restringido su derecho a la creación artística ni a disfrutar de sus beneficios aunque esté en prisión. Y hasta podrían defenderse las virtudes rehabilitadoras del arte para los delincuentes. Así que el problema no es legal. Nos enfrenta a la sensibilidad de quienes, teniendo otras opciones, escogen programar la exposición de un asesino o usar como banda sonora la canción de un violador. Y también, cómo no, a la sensibilidad de quienes se enfrentan a esas obras, especialmente vulnerable cuanto más próximas, local o temporalmente, son las acciones que los llevaron a la cárcel. En estos casos concretos, pudiendo optar, yo no tendría ninguna duda. Pero ni dirijo películas ni programo exposiciones municipales.