1 de octubre, el día del milagro
El soberanismo ha consagrado como gran jornada de la libertad de Cataluña un día en el que la mitad de los catalanes no pintó para nada
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undefinedVÍDEO: Pablo Palacios
Madrid
1 de octubre. Hoy hace 2 años todos sabían que el referéndum que había convocado el independentismo catalán era ilegal. Lo había suspendido el Tribunal Constitucional. Todos sabían que no podía ser válido. Sin censo ni Junta Electoral ni control de recuento ni campaña neutral. Todos sabían que no era aceptado internacionalmente. La Comisión de Venecia del Consejo de Europa a la que se había dirigido a Puigdemont en busca de aval contestó que no cumplía las exigencias legales ni ofrecía las garantías debidas.
1 de octubre, el día del milagro
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En cualquier caso daba lo mismo. Rajoy y el ministro Zoido habían asegurado que ni siquiera se podría celebrar materialmente porque había sido desactivada toda la infraestructura de la consulta. "No habrá ni urnas y papeletas", anunciaron triunfalmente. Pero aparecieron. Sí hubo urnas y papeletas. Y alrededor de 2.000 colegios electorales abrieron en toda Cataluña en un acto de claro desafío. La policía había sido burlada y el Gobierno había sido ridiculizado.
Fue una jornada plagada de incidentes. La polémica en torno a ellos es uno de los puntos claves examinados en el juicio seguido contra los vídeos del procés cuya sentencia esperamos dentro de unos días. Lo más relevante políticamente es que apoyado en la fuerza emocional de esos sucesos, el independentismo no solo solemnizó la fecha como un día del orgullo nacional; sino que hizo milagro: convirtió el agua en vino. Validó los datos de una votación ilegal, blanqueó resultados no verificados por ningún órgano independiente y los convirtió en un mandato popular sagrado que solo espera ser ejecutado.
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1 de octubre. Me parece importantísimo consignar un hecho muy significativo que revela un elemento clave del problema catalán. El soberanismo ha consagrado como gran jornada de la libertad de Cataluña un día en el que la mitad de los catalanes no pintó para nada.