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Viaje a una discoteca para mayores: "Se puede tener 70 años y ser más joven que uno de 30"

Para bailar, ligar o disfrutar con amistades las discotecas son una opción, también para mayores, también en verano

Imagen de archivo de una discoteca / Getty Images

Imagen de archivo de una discoteca

Madrid

Mientras la calle arde y la gente huye hacia la costa, el Golden Gran Vía permanece impasible al devenir de las estaciones del año. Un luminoso marca la llamada: “Baile todos los días a las seis de la tarde”. Y es que, en Madrid, en agosto, uno se lo puede pasar mejor que en la playa. Que se lo digan a Conchi, que ha pasado dos semanas en la playa de Benidorm y, aun así, prefiere estar aquí.

Viaje a una discoteca para mayores: "Se puede tener 70 años y ser más joven que uno de 30"

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El Golden está en la Gran Vía madrileña pero dentro da igual de dónde vengas. Unos emigraron hace años desde otras zonas de España, fruto del éxodo rural, algunos son gatos de nacimiento y otros tantos de localidades cercanas. Lola viene tres días en semana desde Guadalajara. No se pierde una. Los fines de semana, como hoy, el Golden se llena hasta la bandera. Y eso no les gusta a muchos, como a Luis. A él lo que le gusta es bailar con espacio. “Estando ahí apretujaos lo único que haces es darte codazos, golpes y sudar”, me explica Luis apoyado en una columna mientras descansa del baile.

Cada vez hay menos salas para que las personas mayores bailen y disfruten. Dicen haber visto cómo, una a una, iban cerrando. Por eso ahora vienen más personas a Golden. “Los mayores consumimos poco, por eso no quieren abrir sitios para nosotros” me comenta desde la barra Juan, mientras se bebe una tónica. Juan trabajó en una empresa de construcción durante 50 años. Ahora, dice, quiere pasar su jubilación descansando y haciendo lo que más le gusta: bailar.

No todos son jubilados. Algunos rondan los 50. Aunque cada vez menos, se queja, resignada, una mujer alta y morena de 55 años. “Los hombres de mi edad ya no vienen, se bajan las aplicaciones de internet y ligan con mujeres diez años más jóvenes que ellos”.

En el Golden, Manoli dice que ella es la princesa y la que mejor baila. “Es que aquí hay gente muy mayor”. Después, Manoli se retracta: “Yo también lo soy, claro, pero tengo la alegría hasta en el último pelo”. Paco apostilla de fondo que Manoli es “la tía más vacilona de todo el Golden”.

Aquí también surge el amor, como el de Mari Carmen y Santiago. Se conocieron aquí y ya llevan 9 meses. Se van pronto, a las once, porque él, quince años mayor que ella, vive en Madridejos, en Toledo, y tiene que volver a casa. Ella, eso sí, se vuelve a su casa en Madrid. “La clave de que estemos tan bien es que cada uno vive en su casa. Pasamos el fin de semana juntos”. Juntos, pero no revueltos.

En tono acaramelado, otra pareja, me enseña sus habilidades en el cortejo. “A esta chica la he conocido hoy y me está agarrando de la cintura. Pero qué bonito es. Y no hay más. Si puedes hacer feliz a alguien…”. Él baja el tono de su voz paulatinamente, se acerca y se da un beso en la boca con la mujer que acaba de conocer esta noche.

Por ley de vida, muchos de ellos se quedaron solos, como Paco, que enviudó hace tres años y no se acostumbra a la soledad: “Es muy jodido estar solo. Las tardes se hacen muy largas y se te echa la casa encima. Por eso me vengo a estos tugurios a bailar a ver si olvido, pero bueno… todo llega en esta vida”, me cuenta Paco, el hombre más simpático de toda la discoteca, antes de presentarme a sus amigos.

Otros, sin embargo, se han acostumbrado a la soledad y ya no quieren saber nada. Una divorciada y una viuda explican lo a gusto que están solas. “No queremos compañía, venimos las amigas a bailar”. Y se ríen escandalosamente. Porque aquí también se viene a disfrutar con amigas. Y a dar calabazas. “Ha venido uno a preguntarme si estaba sentada porque estaba cansada y le he dicho que no, que no quería bailar con él”, cuenta una de ellas.

Aquí no importa la edad, solo divertirse. Un bailongo hombre de pelo plateado y sonrisa amable dice que aquí tienen la oportunidad de vivir, de nuevo, la juventud, un mundo nuevo. “¿Por qué tenemos que ser de la tercera edad o carrocillas? Si se puede tener 70 años y ser más joven que uno de 30”.

Una mujer, estupenda a sus 70 años, me cuenta que, de su grupo de amigas, una de ellas, viuda, ha encontrado pareja aquí, otra está casada y deja al marido en casa. “Maravilloso. Yo se lo recomiendo a todo el mundo. Se te quitan las depresiones y toda la tontería que tienes en el cuerpo y te lo pasas de miedo”. No sé si serán muy mayores, pero, desde luego, aquí dentro solo hay jóvenes de espíritu.

Yo me voy con la esperanza de, quizás, volver cuando mi única preocupación sea bailar.

 
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