El misterio de la Gioconda
Leonardo da Vinci (1452-1519) conoció hacia 1500 a Mona Lisa cuando ésta tenía 24 años. Cuando Leonardo se encontró con ella, la joven acababa de perder un hijo, circunstancia que le sumió en una depresión. Para remediarlo, su marido contrató músicos y bufones para alegrar su existencia. El resto, es todo un misterio
SER Historia: Siempre Leonardo da Vinci (25/08/2019)
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Madrid
Por alguna razón extraña que ninguno de los biógrafos de Leonardo ha sabido responder, el pintor italiano se obsesionó con Lisa, no separándose nunca más de aquel misterioso retrato. Algunos han especulado con la posibilidad de que, ya cincuentón, Leonardo se hubiera enamorado perdidamente de su belleza, probabilidad bastante remota, por otra parte, debido a la casi segura homosexualidad del artista. De todas formas, lo importante es que Leonardo comenzó su retrato más o menos hacia 1500, trabajando en él durante varios años debido a ese perfeccionismo del que hacía gala.
El ya aludido Giorgio Vasari, protegido de la célebre familia florentina de los Médicis, cuenta en sus Vidas de los mejores pintores que Leonardo abandonó Florencia dejando el retrato inacabado, matizando además que “esta obra la tiene hoy el rey Francisco I de Francia, en Fontainebleu...” ¿Se está refiriendo Vasari al mismo cuadro que ahora se conserva en el Louvre, que procede de las colecciones reales, y que le costó a Francisco I, según cuenta en 1642 el padre Dan, 12.000 francos (4.000 escudos de oro)?
Varias Giocondas
Tampoco hay que olvidar que Vasari hace mención a algunos detalles que contradicen la identificación de la Gioconda con la copia del Louvre. El historiador del arte italiano comenta que “en las cejas (de la Gioconda) se apreciaba el modo en que los pelos surgen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros de la carne, no podían ser más reales”. Curiosamente la Gioconda del Louvre no tiene cejas ni pestañas. La razón de esta ausencia, según algunos críticos como José Pijoan, se debe al mal estado de conservación del cuadro y al irremediable paso de los siglos. Sin embargo, las radiografías realizadas a la obra del Louvre en las últimas décadas dan a entender claramente su perfecto estado de conservación.
A partir de este momento, hacia el año 1517, es precisamente cuando la historia de la Gioconda se entremezcla con la leyenda, bifurca sus caminos y se enreda su misteriosa epopeya. Si a este hecho añadimos la aparición de nuevos documentos y supuestas copias originales del propio Leonardo o de su escuela, no tardaremos en concluir que la identificación del cuadro del Louvre con Mona Lisa del Giocondo está algo más que insegura.