Yo no he sido

Madrid

Con cada nuevo fracaso negociador las relaciones se enconan más. La gravedad de la situación lo demuestra el hecho de que los equipos de marketing de Sánchez y de Iglesias están ocupados principalmente en imponer su versión de la responsabilidad del fracaso. Cuando lo más importante es dejar claro que yo no he sido, que la culpa es del otro, las cosas están muy feas.

Y en las mismas estamos en la Comunidad de Madrid, donde el pulso de soberbias Vox-Ciudadanos es más descarnado aún porque están de acuerdo en todo. De manera que si no se produce un milagro última hora la Asamblea de Madrid va a ser esta mañana escenario de un espectáculo político de lo más dadaísta, un debate de investidura sin nadie a quien investir. Como ningún candidato parecía en condiciones de llegar al debate con los votos suficientes, el presidente de la Asamblea, Juan Trinidad, determinó no designar a nadie. Fórmula a todas luces legal pero de muy poca chicha democrática, pues consagraba el principio, cierto pero triste, de que el debate es una simple formalidad.

Nuestro parlamentarismo es tan débil que no contempla la posibilidad de que el cruce de argumentos pueda modificar la posición de alguien. Damos por hecho que algo así solo puede ocurrir vía tamayazo, una sinceridad muy cínica y muy desalentadora. Pero eso es lo que hay. Menos mal que el rey salva la cara, pues acostumbra mantener al menos la esperanza oficial y otorga al ganador de las elecciones la oportunidad de jugar sus bazas. En resumen, tanto por lo que se refiere a la gobernación del Estado como por lo que se refiere a la Asamblea de Madrid, estamos en situación de bloqueo general. Decimos que en España es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, no lo dudo, pero al menos en política lo que nos separa tiene muchísima más fuerza. ¡Va a usted a comparar!

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