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"Lo underground ahora son las bandas perdidas en Youtube que nadie ha visto"

El director Hari Sama reconstruye en 'Esto no es Berlín' la movida mexicana, todo el movimiento underground de los años 80 en un viaje nostálgico, borroso y psicodélico a una época de experimentación cultural y pulsión contestaria

Fotograma de la película 'Esto no es Berlín' / ALFREDO ALTAMIRANO / CATATONIA

Madrid

México 1986. Mientras se celebra el Mundial de Fútbol y la televisión se convierte en el centro de dominación, jóvenes se reúnen en lugares clandestinos para armar su revolución artística y cultural. "El fútbol nos matará", aventura el director Hari Sama en la cinta ante una sociedad entregada al entretenimiento de masas. ‘Esto no es Berlín’, que ganó cuatro premios en el pasado Festival de Málaga, recupera el sentir underground de la movida mexicana para reivindicar en estos tiempos la rebeldía creativa, la libertad postpunk y el poder del arte. 

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La historia parte de sus propios recuerdos. Un niño de familia conservadora, con un madre deprimida y un padre ausente. El realizador construye el relato a partir de la mirada de un adolescente. Carlos -interpretado por Xabiani Ponce de León-, un joven de 17 años, experimenta con su amigo Gera el despertar sexual, artístico y político cuando descubre la vida nocturna de Ciudad de México. Conciertos, exposiciones, fotografías, performances… conviven con las drogas en esa explosión de creatividad que también vivieron otras ciudades del mundo. De ahí el título, de la fascinación por los movimientos contraculturales en otras grandes urbes, como Nueva York o Berlín. "Tengo un poco de nostalgia", admite Sama sobre una época que ahora nos sirve de espejo.

La película es un viaje nostálgico, borroso y psicodélico a una época de descubrimiento, con espacios para la subversión, con una pulsión contestataria, con un compromiso artístico y político que hoy no se encuentra en una sociedad adormecida.

La película tiene un punto de partida autobiográfico, ¿cómo era el México de 1986?

Era un México mucho más reprimido que el México actual. Veníamos de haber experimentado la dictadura de forma muy agudizada por el fenómeno mundial del 68, en México fue especialmente terrible. En el 72 la dictadura seguía siendo de gran opresión hacia los jóvenes. Así que en los 80 existía aún un eco de eso. La movida mexicana se vivió de una manera mucho más cerrada que la madrileña, realmente muy under. No podía ser muy pública porque los jóvenes teníamos prohibido prácticamente todo, no podíamos reunirnos públicamente, no había conciertos de rock. En esta época fue cuando los jóvenes empezaron a recuperar el espacio público con mucho esfuerzo, justo esta generación inició esa movida. Incluso empezar a hablar públicamente del universo LGTBI, quizás fue de las cosas más importantes de los 80. Ahora vemos un México mucho más abierto en ese sentido.

Parte también de una familia con una madre depresiva, un colegio conservador… ¿son sus propios recuerdos?

Crecí en un barrio muy similar al del inicio de ‘Esto no es Berlín’. No es propiamente la Ciudad de México, es el estado que está pegado, y de alguna manera, en los 60 se inició la construcción de un lugar que pretendía traer a México el sueño americano en el modo de vida. Lo volvió un lugar con muy poca cultura en general, con muchas escuelas de corte católico y familias muy apegadas a los partidos de derechas. Crecí en ese lugar, no fui a esa escuela, pero justo ese colegio que vemos en la película es a la que iban casi todos mis vecinos con los que crecí en la calle. Conozco muy bien eso. Y justo había un espíritu represor de este tipo de escuelas y la desconexión generalizada de padre e hijos, que también viví de cerca. Ya sea por la depresión de una madre, como en el caso de la película por un divorcio que le ha costado mucho trabajo, o de familias que no están acostumbras a hablar con los hijos. Una relación de diálogos monosilábicos o siempre el tema del poder en medio. Yo recuerdo haber crecido en un entorno de muchísima desconexión, en la que los adultos se veían como una cosa muy lejana. Y me parece que eso dio para que nuestra búsqueda se volviese mucho más dramática y violenta. Había una enorme necesidad de algo, de afectos, de conexión…

Esa pulsión, esa necesidad de buscar espacios, la cinta respira cierta melancolía… ¿hay nostalgia underground?

Sí, respira la nostalgia de alguien que lo vivió. Tenía la necesidad de hablar de mi adolescencia y meterme mucho porque, supongo, no estaba del todo preparado. No me di cuenta hasta que empecé a filmar la película. Y mucho me tomó por sorpresa, cuán sensible o vulnerable estaba yo en algunos asuntos. Siento que la adolescencia es el momento en el que terminas de marcar las cicatrices que te hacen ser quien eres en este momento. Y todo me tranquilizó mucho. Hay un tema con el underground pre redes sociales e Internet y que tiene que ver con el nivel de impulso que se necesitaba para estar ahí, con una búsqueda física, de salir a la calle a buscar cosas… Por decir algo, si tenías que hacer un evento semiclandestino, tenías que hacer un diseño, lo cual implicaba que alguno de tus mejores amigos artistas te hiciera un dibujo, y más tarde ir a ver dónde producías 1.000 de estos ejemplares, y los tenías que repartir en la calle sin que te viera la policía, fuera de las universidades, de las escuelas… Ya eso dice mucho. Hoy ya hay aplicaciones en el teléfono que te hacen diseños de lo que sea y en cinco minutos invitas a 10.000 personas.

Encontrar la música en esos tiempos en México era muy complicado. No se oía nada de lo que podemos escuchar en la película, que es básicamente el postpunk, lo que más nos atrajo en ese momento. La música de sintetizadores con un propósito de fiesta, y la parte más oscura, más atormentada, de poética… Eso era muy difícil de encontrar, había que ir a ciertos lugares, dar con los vinilos que alguien había traído de Europa. Había que luchar mucho. En el fondo, las generaciones nuevas, sin saberlo muy bien, tienen una añoranza de eso. Ahora todo se consigue demasiado fácil, todo se vuelve de desecho y nada tiene el suficiente valor. No sé si hay una especie de añoranza en las nuevas generaciones de poder darle valor a algo.

La película puede ser un espejo para los millennials, ¿como inspiración o también como una bofetada? ¿Está esta generación adormecida, reivindicar es poner un tuit? Antes los tatuajes o la ropa eran subversión, hoy son cultura pop…

A nosotros en México, por ejemplo, llevar tatuajes te colocaba en un lugar específico. Se volvía una posición política, la manera en la que nos vestíamos, la manera en la que usábamos tintes en el pelo, aretes… Eso es hoy parte del entendido hípster de una ciudad como la nuestra. Ya no está cargada de ningún significado. Es una cuestión estética puramente. Y eso fue el regalo de estas generaciones anteriores, que pudiera hacerse de una forma tan natural, pero es cierto que ha perdido un significado. Hoy hacer ese tipo de cosas no está cargado de un sentido profundo. Puede ser que sea triste, el hecho de que tú puedas utilizar las redes como instrumento para contrarrestar tiene desventajas pero también alguna ventaja.

¿Dónde está el underground hoy? ¿Todo lo que pueda surgir lo engulle el sistema? Por ejemplo, en Youtube…

Yo creo que sigue existiendo pero no tiene el mismo sentido. Hay tanta oferta en el día de hoy a diferencia de lo que vivimos en el México de los 80 cuando empezó el fenómeno del rock en español. Precisamente porque las fronteras estaban cerradas, no nos permitían tener conciertos masivos, empezó un movimiento de música en español, acompañado por lo que sucedía en España y Argentina particularmente, y surgieron las bandas más importantes en la historia del rock mexicano. Hoy por hoy hay tantas bandas, una increíble cantidad de proyectos que es difícil dar con los que te puedan interesar a ti. En ese sentido, lo underground son ahora las bandas perdidas en Youtube y que nadie ha visto. Llegar a ellas es muy difícil, que te enteres que están ahí debajo de un millón de cosas…

Las redes han hecho que haya una oferta de películas, de bandas, de libros, infinita. Dar con lo que podría ser interesante para ti no es fácil. Y el poder empiezan a tenerlo los curadores que tienen seguidores. Dependemos de que a esos curadores les interese el trabajo que estás haciendo y ahí de nuevo vuelves a caer en lo mismo pero de otro lado. En México, al menos, las ofertas que mejor les va son las que tienen menos profundidad, eso es algo con lo que me relaciono desde que era niño. Todo lo que tiene más intención de comunicar algo más verdadero está perdido.

El director Hari Sama, director de 'Esto no es Berlín'

El director Hari Sama, director de 'Esto no es Berlín' / CATATONIA

En el Festival de Málaga decía que vivíamos una diarrea de información, ¿cómo se consume el arte hoy, ha pasado a ser algo de usar y tirar?

Es un milagro que ‘Esto no es Berlín’ lleve ocupándome la vida seis meses completos. Estoy mucho más acostumbrado al mundo de la música en el que subes un sencillo y es todo súper efímero, dura un segundito y se va. El nivel de consumo me parece tremendo. Aún para una película, antes su vida era más larga, pero ahora prendes Netflix o Amazon y tienes tal cantidad de oferta y contenido que es muy difícil atender al contenido que te vaya a hablar y permanezca. Lo mismo siento con la música y otras tantas cosas. Se ha vuelto una relación de desecho, de playlist… Antes con la música era muy bonito abrir un disco nuevo, ver cómo estaba diseñado, las letras, ponerlo completo y darte ese tiempo. Costaba tanto trabajo poder comprar uno y encontrar lo que estabas buscando, que te dabas el tiempo de escucharlo completo, de entender el concepto que estaba debajo de toda la idea de un disco. Por ejemplo, Pink Floyd, que tiene estos discos conceptuales tremendos, no me parece tan casual que sea quizás la banda más importante de la historia. Después de Radiohead, no vuelve a haber una súperbanda como tal, y tiene que ver con esta idea de que todo es de desecho hoy por hoy.

En la película contrapone ese submundo underground con el Mundial de Fútbol de México del 86 como gran símbolo del entretenimiento de masas, ¿dónde está hoy la línea entre entretenimiento y cultura?

Está muy rara esa línea hoy. Pienso que ahora se vuelve como muy estratégico decidir a qué le quieres dedicar tu tiempo, hay una oferta tan infinita. Nosotros en los 80 no teníamos oferta de ningún tipo. No había nada. Y teníamos una televisión de mierda, estaba vinculada al Gobierno y veías consumo de masas de la peor calidad posible. Era una televisión totalmente plana, sin sentido, para quien tenía interés por el arte, la televisión era nula. Y no había nada más, si querías algo diferente, había que ganárselo a pulso, buscárselo e ir encontrando esos lugares donde se iban sucediendo las cosas en la clandestinidad. Hoy hay de todo. Desde las perfomances originales de la Fura des Baus grabados en cine en el 85, que por ahí di con unos, hasta el último youtubero madrileño de 15 años que tiene un millón de seguidores. Ese es el infinito rango de cosas que hay ahí. Entonces elegir curatorialmente lo que quieres ver y a lo que quieras dedicar tiempo, ahí está el gran reto. Lo más fácil es prender un portal donde tienes tanta opción de contenido y dejarte adormecer. También hay cosas muy buenas, se ha vuelto un asunto muy interesante por un lado y muy oscuro por otro. Que Netflix publique documentales tan diversos como Chef’s Table o de minimalismo, uno de diseño para gente muy específica, y que puedas ver películas de corte festivalero… Es tener la capacidad de mirarse a uno mismo y decidir qué quieres hacer con tu tiempo, si quieres adormecerte porque estás cansado o quieres descubrir algo que realmente importa y modifique tu vida. Ahí es donde está el underground escondido. Está como antes pero hay que buscarlo con ganas.

La movida mexicana, dice, fue a pequeña escala de la madrileña. ‘Esto no es Berlín’ mira los movimientos de Nueva York, Londres, España… ¿cuál es su relación con el cine de Almodóvar? ¿del conocimiento de la movida madrileña a través de sus películas?

Fue uno de los primeros impulsos que nos llegó y que nos hizo ver que algo estaba sucediendo de forma tan brutal en este país. Nos pareció siempre muy atractivo. Almodóvar es una figura que admiro y respeto enormemente, el valor de seguir su propia lógica que le ha hecho tener una de las carreras más exitosas del cine mundial. Lo único que nos dice eso es que tienes que confiar en tu absoluta desnudez y vulnerabilidad en el sentido de la enorme honestidad que implica una carrera como esa. Y que yo quiero seguir teniendo como inspiración para la mía. Almodóvar ha desarrollado un cine súper profundo que habla de cosas ya incluso ontológicas y me parece muy relevante. Volviendo a sus primeras películas, nos llegó su cine pero también el de Jarmusch, que también fue de volar el cerebro. Justo tenía esa relación con mundos que nos interesaban en aquel momento, Wenders… Nos llegaron impulsos de otros países que nos influenciaron mucho.

En ese viaje de autodescubrimiento adolescente también están presentes las drogas, la experimentación… Almodóvar decía que en España habían sido como la guerra de Vietnam de esa generación

Como fue un movimiento más pequeño, el daño colateral también lo fue así. Está siendo más grave ahora mismo. Justo en aquel tiempo no estaba bien visto usar drogas, lo hacíamos muy pocos y todavía menos los que usábamos drogas fuertes. Para nada fue lo mismo que pasó en Europa. Yo recuerdo venir en los 80 a hacer la uva en el sur de Francia y convivir con mucha gente de España y te encontrabas jeringas tiradas en los viñedos, en todas partes… Era un nivel de adicción a la heroína enorme. En México hubo daño colateral, el SIDA hizo muchos estragos pero nunca como Europa. Ahora hay un momento muy crítico para las sociedades urbanas. En EEUU hay una crisis enorme de adicción a los opiáceos y en México ha crecido exponencialmente en los últimos años, dejó de ser el paso para ser un país de consumo. Y el narcotráfico está absolutamente arraigado y el consumo ha crecido enormemente. No lo veo desde un punto de vista moral, cuando uno ha buscado en las drogas la conexión y eso ha generado que te vuelvas adicto, como me pasó a mí, te das cuenta de que hay un peligro enorme de perderte ahí y dejarte los mejores años de tu vida.

¿Le marcó también ‘Soñadores’ de Bertolucci?

Tiene mucha relación pero no la tenía tan presente a la hora de empezar mi relación con ‘Esto no es Berlín’. Desde Málaga ha venido este tema y, claro, ahora veo muchos puntos en común. Veo una relación muy profunda pero no siento que fuera una de las inspiraciones más grandes para mi película.

¿Cuál es la guerra cultural hoy en México?

La guerra de hoy a nivel cultural tiene que ver con el público, al menos en México. No sé acá, con la gente que he estado hablando dicen que las películas que no son de corte abiertamente comercial, tienen menos espacio y cada vez se ven menos. Me llama enormemente la atención porque si tenemos un público los cineastas que no nos gusta hacer películas de consumo masivo, es en Europa donde encontraremos una audiencia interesada siempre en otro tipo de propuestas. Y parece que eso mismo acá está en crisis. Lo más grave es que no ha habido un cuidado en desarrollar un público interesado en aprenderr su manera de acercarse al arte y al cine en particular. Esa es la guerra hoy, en la que tristemente los gobiernos deben tener una enorme participación porque tiene que ver con la educación. Si en las escuelas hubiéramos crecido con un cineclub obligatorio con el cine que ha cambiado vidas, de pronto uno tendría quizás unos niveles de búsqueda distintos.

¿Siente así que su película puede ser hoy un manifiesto?

En el mejor de los casos, sí. Es una película que tiene ese espíritu, esa rabia que teníamos en los 80 y que alguno de nosotros seguimos teniendo y buscando a través del arte que hayamos elegido, el cine, las artes plásticas… Conozco a gente que sigue haciendo un trabajo muy radical en el arte conceptual y que sigue usando su cuerpo como un instrumento de trabajo de autovulnerabilización, es una de las cosas más interesantes que podamos hacer. Me parece muy atractivo pensar en ‘Esto no es Berlín’ como una bandera que se pudiera pasar y que pudiera despertar un fuego en quien quiera tomar esa bandera. Y salir a hacer cosas que tengan sentido y signifiquen a las personas.

Para cerrar el círculo, hablábamos de la parte autobiográfica de la película, le he escuchado decir que su madre tenía miedo a verla, ¿la ha visto ya?

La verdad es que ella estaba muy preocupada porque leyó en algún lado que la madre estaba muy deprimida y que tomaba medicamentos. Y ella nunca los tomó. Le tuvo que explicar que había que dramatizar algunas cosas y que no era exactamente ella, no es un documental, es una ficción y nos tomamos enormes libertades. Pero no, no la ha visto t

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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