De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
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Un mal día lo tiene cualquiera

El despido del emperador de México

Cuanto más tiempo llevas sin trabajar, más vas ampliando el radio de tu búsqueda. Y claro, te puedes encontrar con que estás trabajando de traductor del checo al francés sólo porque has bebido mucha cerveza de un sitio y has comido mucho queso del otro

ullstein bild Dtl (Getty Images)

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En este caso, el mal día lo tuvo Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, o Max, para los amigos. Él había nacido en Viena, dentro de la familia real del Imperio austrohúngaro en 1832, y cuando tenía 16 años había visto como su hermano Francisco José era coronado como emperador. Era un tipo simpático y popular en la corte, pero supongo que lo de ser sólo un archiduque le parecería poco. Así que cuando le surgió la ocasión de ser él también emperador, pues la cogió. El tema principal es que su feudo imperial era México, y el tema adicional es que los que habían decidido que México necesitaba un emperador eran las potencias europeas, que habían estado en guerra con el país latinoamericano por su insistente impago de la enorme deuda que arrastraba desde su independencia.

El despido del emperador de México

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Fuera como fuera, Maximiliano fue coronado emperador en 1864. Pero el problema que tuvo fue que se mostró demasiado liberal para los franceses, que le habían puesto en el cargo, y demasiado forastero para los liberales mexicanos, que no querían ser súbditos de nadie. Pese a que Max puso sus mejores intenciones e intentó mejorar el país que se encontró, se vio sin apoyos y tuvo que renunciar a su imperio solo tres años después de llegar a México. Y no acabó ahí su desgracia. El gobierno republicano consideró que merecía un castigo superior, y el 19 de junio de 1867 fue fusilado, con 34 años.

Yo no sé vosotros, pero yo sin duda me hubiese quedado de archiduque en Viena antes que de emperador en México.

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