¿A quién creer?
¿Es más creíble quién más grita o quien mejor argumenta? ¿Quién endilga los adjetivos más gruesos o quien describe lo que pasa con la mayor sobriedad posible?
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¿Quién es más creíble? ¿Quién más grita o quien mejor argumenta? ¿Quién endilga los adjetivos más gruesos o quien describe lo que pasa con la mayor sobriedad posible?
Estas preguntas sirven para orientarse en una discusión familiar. Para seleccionar a los mejores candidatos y partidos en una campaña electoral densa, como la actual. Y para seleccionar qué testigo es más digno de confianza en un juicio mastodóntico como el del procés, por el que están desfilando, sin prisa pero sin pausa, quinientos testigos.
Entre los testigos de las acusaciones en el juicio al procés, que son los que ahora ocupan plaza (ya les tocará pronto a los contrarios), han sido muchos los que han optado por el lamento agudo, el calificativo de brocha gorda y el victimismo dramático. Claro que se comprende, humanamente, entre aquellos (o los de la otra parte) que han sido agredidos por el insulto, la violencia pequeña o grande, el menosprecio.
La vida, ya todo se comprende, decía el poeta.
El problema de este asunto no es de comprensión, sino de utilidad.
Por eso, para muchos de los que cubrimos el juicio, día a día, nos resulta más fácil de ponderar cuando un comandante de la Guardia Civil denuncia que se haya lanzado “ropa quemada” frente a un cuartel, el de Igualada, que cuando sus jefes o colegas hablan ampulosamente de “artefacto explosivo”.
Además, es más exacto.
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Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...