Las policías se espían

Madrid

En el juicio del procés se oyen verdades. Y mentiras. Y medias verdades. Y exageraciones. Estas a veces son también útiles. Ayer un agente de la policía nacional acusó a dos Mossos, directamente, de espiar a los otros cuerpos, el día del referéndum ilegal de secesión, en la escuela Pau Romeva, el abuelo democristiano y republicano de uno de los procesados, Raül Romeva.

Y otros cuatro lo hicieron indirectamente: apuntaron solo que una vez acabado el episodio que les separó, esos dos tipos desconocidos, a quienes no identificaron como Mossos, peroque eran los mismos tipos, se subieron a coches camuflados de la conselleria de Presidencia de la Generalitat.

Exageraciones ha habido muchas: alguno habló de que “se masticaba el miedo”, otro de “clima insurreccional”, todo ello en incidentes de menor cuantía y desórdenes públicos limitados. Pero lo de ayer fue más serio, porque afecta al prestigio mínimo de una institución de seguridad del Estado, en este caso la policía catalana.

Y sobre todo porque todo indica que el que acusaba a los demás también, a su vez, los espiaba. Le preguntaron de qué iba vestido. “De paisano”, dijo. Y cómo era su coche. “Camuflado” concretó. Verde y con asas.

Mira por dónde nos enteramos de que los contribuyentes no solo financiamos una cierta competencia lógica de los cuerpos de seguridad. Sino también de que dilapidamos bastante en facilitar el espionaje entre los mismos.

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Este juicio es un gran parvulario. Pero algunos de los que acuden deberían opositar al infierno.