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El bien vivir

No hay manera de ver ese vídeo sin exigir que no se añada más sufrimiento al sufrimiento y que se despenalice de una vez la eutanasia con todas las garantías, con todas la cautelas

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Ángel pasó el primer duelo por la muerte de su mujer en un calabozo. Detenido por ayudarla a cumplir un deseo y una necesidad que no afectaba a nadie más que a ella. Una enferma terminal con 30 años de sufrimiento que había decidido poner el punto y final a su vida cuando ya no podía apenas hablar ni mover nada de su cuerpo. María José Carrasco dice claramente que quería morir en el vídeo que ambos grabaron. Y su marido, Angel Hernández, le presta las manos.

Anoche, Ángel salió en libertad, aunque sigue acusado de un delito de cooperación al suicidio. Y habló con los periodistas sin perder su aplomo. Hoy, Ángel, amanece solo y dolorido, pero en su casa.

No hay manera de contemplar ese video sin una emoción profunda, sin una compasión infinita por ella, por él, por la vida que casi siempre es un regalo y algunas veces una tortura. No hay manera de ver ese vídeo sin apiadarse del ser humano tan fuerte y tan frágil. No hay manera de verlo sin exigir que no se añada más sufrimiento al sufrimiento y que se despenalice de una vez la eutanasia con todas las garantías, con todas la cautelas, con el todo el cuidado del mundo. Pero que se haga. Para que todos los Ángel Hernández que hay en España lloren a los suyos en casa y no en un calabozo.

 
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