¿Aceleración del proceso?
Josep Ramoneda analiza la situación del conflicto venezolano tras el reconocimiento de Juan Guaidó por parte de Pedro Sánchez y otros países de la Unión Europea, la enmienda a la totalidad de los independentistas a los presupuestos de Sánchez y la tarea de difusora de la imagen de España de Irene Lozano
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Barcelona
“Se reconoce a Juan Guaidó como presidente encargado para implementar un proceso electoral”. Así lo ha escrito Macron. Y así lo ha explicado el presidente Sánchez. España liderará un grupo de contacto en busca de un acuerdo en Venezuela, algo parecido a lo que piden Uruguay y México desde una posición menos decantada. Venezuela lleva ya dos semanas con dos presuntos presidentes. Y por mucho que las cosas se muevan fuera, cuesta ver una aceleración del proceso. En la entrevista que le hizo Évole, Maduro no daba la impresión de sentirse ya en la puerta de salida. Y si la calle parece que se va decantando hacia la oposición, son muchos los poderes –y en especial los que disponen de la fuerza- que siguen al lado de Maduro. Como recuerda Almudena Grandes, en El País, “los españoles sabemos de sobra que las simpatías internacionales, los bloqueos diplomáticos, las declaraciones de la ONU, no derrocan dictadores”. O sea, que en ningún lado está escrito que el desenlace sea rápido ni forzosamente positivo.
El independentismo ha puesto sobre la mesa las enmiendas a la totalidad que devolverían los presupuestos a la mesa del gobierno. En la antesala del juicio por el 1 de octubre las emociones y los sentimientos reclaman atención. Los dirigentes independentistas retoman las grandes consignas que dejan poco espacio a la racionalidad política. Y han optado por encarecer el voto de los presupuestos aún a riesgo de acabar quemándose. Falta en el independentismo alguien con autoridad que haga comprender que no hay nada más catastrófico que las políticas del cuanto peor, mejor.
Irene Lozano se ha tomado con tanto entusiasmo la tarea de difusora de la imagen de España, que a menudo los argumentos le salen contradictorios. La prueba de que en España no hay presos políticos y hay libertad de expresión, dice, es que los independentistas dan entrevistas en la cárcel. A la inmensa mayoría de los prisioneros nadie les pide entrevistas. ¿Por qué a los independentistas, sí? Sencillamente, porque sus palabras tienen demanda entre la audiencia. ¿Y cuál es el motivo? Pues que son de interés político. Y precisamente por esta razón el juicio ha despertado la atención internacional.