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"Desesperación sin fin" en Nauru

La desesperación de llevar años atrapados sin perspectivas de futuro lleva a decenas de refugiados y solicitantes de asilo en Nauru a un deterioro mental que los hace querer suicidarse. Nos asomamos con MSF a la isla perdida en medio del Pacífico en la que Australia retiene a los inmigrantes

Punto de Fuga: Nauru, la isla de los refugiados perdidos (22/12/2018)

Punto de Fuga: Nauru, la isla de los refugiados perdidos (22/12/2018)

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Atrapados en una isla en medio de la nada, esa es la forma de vida de decenas de inmigrantes que pasan sus días en el centro de detención que Australia posee en Nauru, una isla perdida en medio del pacífico. Su deterioro mental es cada vez mayor, sobre todo por la incertidumbre con respecto a su futuro por estar encerrados en un trozo de tierra sin escapatoria.

Cuando la psicóloga Natalia Huerta llegó a la isla en julio, había entre 600 y 700 personas en el campo. Se trata de un lugar bastante aislado y con unas condiciones de vida muy austeras en el que hay tanto refugiados como solicitantes de asilo. Huerta, que ha trabajado con Médicos Sin Fronteras en Nauru, nos ha explicado que hay tres centros de detención, uno para familias, otro para hombres solteros y un tercero mixto. Aunque ahora “la gente ha ido poco a poco dejando los campos. El gobierno de Australia, que es quien lo financia todo, ha proporcionado algunas casas a familias y personas vulnerables. Por eso ahora solo queda uno de los campos, en el que están los hombres solteros”.

MSF

Huerta recuerda que hasta 2015, “los campos eran cerrados, la gente no podía salir, vivía encerrada en las casas de campaña y ahí empezó el deterioro de la salud mental, porque era un encierro total”. Ahora, las puertas están abiertas y se puede salir del campo, trabajar, pero la isla está en medio de la nada y no hay apenas posibilidades. En su informe “Desesperación sin fin”, Médicos Sin Fronteras documenta el impacto que esta reclusión indefinida en ultramar está teniendo en la salud mental de los refugiados y solicitantes de asilo en la isla, hasta el punto de que el 60% de sus pacientes tuvo pensamientos suicidas y el 30% intentó quitarse la vida. “Fue bastante impresionante”, relata Natalia Huerta, porque “el tema del suicidio estaba siempre presente”. Además, el 20% de los pacientes era menor de edad. Una de las principales causas de este sufrimiento es el tiempo. La mayoría relataron que sentían que no tenían control sobre sus vidas. Algunos llegaron a la isla hace 5 o 6 años.

Los problemas mentales se acrecientan al estar atrapados en “un estado de limbo”, cuenta la psicóloga, porque tienen una esperanza de que algo cambie. “Este estado de incertidumbre no ayuda a la gente a que pueda procesar, salir o establecerse”. El caso de los niños es especialmente impactante. Natalia Huerta reconoce que pese a sus ocho años de experiencia el estado mental que encontró en los pacientes de Nauru fue sumamente impactante para todo el equipo.

Hablan incluso de un “síndrome de resignación” que padecen fundamentalmente los niños, cuando se encuentran en un “estado psicológico y físico en el que no comen, no hablan, están todo el tiempo acostados, como paralizados”. Es un estado “aterrador porque no puedes hacer nada, es como si estuvieran muertos”. Su compañera Beth O’Connor, psiquiatra, también explica que “todos estos pequeños empiezan a mostrarse depresivos, no van al colegio, se apartan de la gente, de su familia, de sus amigos, se convierten en personas muy apáticas. El nivel de abandono llega a tal extremo que incluso dejan de comer y de beber, dejan de ir al baño. Cuando les miras fijamente, por momentos parece como si estos niños fueran una especie de zombis. Es realmente horrendo”.

Este síndrome de resignación además trae muchas consecuencias físicas, según Huerta. Deben acudir al hospital regularmente por deshidrataciones, etc., porque están en un “estado semicomatoso que les impide comer y beber” y “los desconecta de la familia”. El deterioro de los niños era tan grande que algunos pedían a la psicóloga en la consulta que les ayudara a morir.

Médicos Sin Fronteras fue forzada a abandonar la isla en octubre, once meses después de iniciar su trabajo allí y dejando a 200 pacientes que todavía estaban bajo tratamiento. El gobierno de Nauru los echó, asegurando que “ya no necesitaban de sus servicios”. Huerta critica que ocurrió de la noche a la mañana y no pudieron dejar un tratamiento a sus pacientes.

MSF exige al Gobierno de Australia que ponga fin a esta política de forma urgente y evacue a todos los refugiados y solicitantes de asilo de Nauru para evitar un mayor deterioro de su salud, “uno de los más graves observados por la organización en todo el mundo”. Y subraya que este “estado perpetuo de desesperación”, hace imposible que los solicitantes de asilo y los refugiados se recuperen. De hecho, Natalia Huerta no veía apenas progreso en los pacientes que trataba “porque la desesperanza estaba instalada en todas las personas porque han esperado seis años”.

Carolyne Lima, Psiquiatra de MSF en Nauru, cuenta también que “la falta de respeto que han sufrido es muy evidente, ellos mismos nos dicen que a los animales se les trata mejor. No hay ninguna terapia para este tipo de pesadilla. Su sufres una situación como esta, una violación de los derechos humanos en la que un simple niño te dice: yo debería estar en el colegio, yo solía soñar, pero aquí, en Nauru, todos esos sueños se han quemado… Nos lo dicen niños que llegaron aquí cuando tenían cinco y siete años y que ahora han perdido su infancia, y escuchándoles es completamente real, nos lo repiten una y otra vez. Ellos mismos asumen que han perdido una parte muy importante de sus vidas”.

 
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