Los chalecos de la ira
Mañana sábado, se espera en toda Francia una nueva movilización de los chalecos amarillos. El primer ministro francés, Eduard Philippe, ha repetido en la televisión que la tasa sobre el carburante que desató la ira de los manifestantes está cancelada, suprimida, anulada. Ha insistido porque se teme que ya no baste para evitar nuevas escenas de violencia de un movimiento que se retroalimenta y se radicaliza. Al lado de un amplio espectro de indignados, provenientes de clases populares de las pequeñas ciudades o del campo, que tienen cada vez más dificultad para salir adelante, se juntan en la calle una ultraderecha con ganas de revolución y una ultraizquierda que sueña con una insurrección. Uno de las cabezas visibles del movimiento ha animado incluso los manifestantes a entrar en el palacio del Eliseo este sábado.
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Emmanuel Macron parece no saber como reaccionar. El presidente francés ha solicitado la ayuda de todos los partidos para que llamen a la calma. En Francia, el populismo no consiguió ganar en las pasadas elecciones pero el aumento de la desigualdad, del coste de la vida, del precio de la luz y los carburantes, asociado al rechazo a las elites y un presidente demasiado alejado de la gente, con una imagen arrogante y paternalista, han provocado que la ira se apodere de las calles.