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Día mundial contra el Sida

¿Por qué el Sida sigue matando?

Hoy hay más conocimiento científico, herramientas y diagnósticos contra el VIH, pero las muertes a consecuencia de esta enfermedad apenas se han reducido en los últimos años. Un millón de personas murieron el año pasado. Médicos Sin Fronteras critica que la creciente falta de fondos impida el acceso a un tratamiento a miles de enfermos

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“Hay muchos portadores del VIH que siguen muriendo como antes de la llegada de los antirretrovirales. Estos medicamentos están disponibles, también los diagnósticos… ¿por qué los portadores de VIH siguen muriendo?”, se pregunta el médico de MSF en Kenia Berna Gurer. En el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, Médicos Sin Fronteras alerta de que las muertes por VIH apenas han disminuido en los últimos años. Pese a haber mejorado el conocimiento científico sobre la enfermedad y haber aumentado las herramientas y diagnósticos disponibles, en 2017 casi un millón de personas murieron a causa del VIH.

Hemos hablado con Estrella Lasry, portavoz de la organización, quien asegura que la falta de acceso a centros de saludo donde recibir tratamiento está haciendo que haya casos de sida con complicaciones severas en países de África similares a los que vimos en los años 80 en España y que ahora serían impensables en Europa.

VIH: Más de un millón de víctimas cada año

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Esto demuestra un gran desequilibrio. Los países más afectados por el VIH son los más pobres. Casi el 30% de las muertes relacionadas con el sida y el 21% de las nuevas infecciones se producen en África occidental y central, en países como Kenia o Malawi. Médicos como Tanguy Andygbia, que trabaja en Kenia, explica las dificultades que encuentran para el tratamiento del VIH: “Los pacientes llegan aquí cuando la enfermedad ya está muy avanzada. Algunos prefieren quedarse en casa porque están en muy mal estado de salud. Otros no se pueden permitir acudir al hospital. Tenemos poca capacidad para internar a pacientes aquí así que tenemos que dar el alta a los que están algo mejor para dejar sitio a otros que están peor.”

En los países del centro de África hay problemas de diagnóstico, “pero a la gente a la que se diagnostica como seropositiva no va a poder tener acceso a tratamiento, lo cual pone en un dilema enorme a los clínicos”, señala Lasry. A MSF le preocupa también cómo afecta la falta de fondos a otros países donde la prevalencia de VIH es menor, como Congo, República Centroafricana o Sudán del Sur en los que “no se prioriza como programa de salud pública principal y en los que llegan pacientes con sida avanzado y no hay un sistema que permita tratarlos a nivel hospitalario”.

MSF

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Gran parte de la culpa es de la falta de fondos que MSF denuncia en su informe “Declive del tratamiento a la vista. Racionamiento de la respuesta al VIH a la sombra del éxito”. En el último año han descendido las donaciones de los países internacionales para la lucha contra el VIH. Los fondos disponibles en 2017 eran un 81% menores a los necesitados. Estrella Lasry asegura que se prevé que esas donaciones sigan bajando, por lo que programas contra el VIH que se estaban desarrollando “con el objetivo de llegar a cubrir al 90% de las personas con VIH diagnosticadas y tenerlas con antirretrovirales está muy lejos de llegar”.

Otra de las preocupaciones de la organización es la cantidad de pacientes que mueren por interrupciones o fallos en el tratamiento. El médico David Maman cuenta que “con más de quince millones de pacientes en todo el mundo tratados con antirretrovirales, estamos viendo que la mortalidad relacionada con el VIH es diferente a la de años atrás. Ahora se deben a personas que interrumpen el tratamiento o porque su tratamiento está fallando y nadie lo ha detectado a tiempo”. Estrella Lasry explica que al disminuir los fondos también disminuye el acceso a tratamientos, y esa interrupción provoca en los pacientes un desarrollo de resistencia a medicamentos.

Además, la enfermedad afecta a una población muy vulnerable como son los niños y no hay versiones pediátricas de tratamientos antirretrovirales. Lasry recuerda que “el hecho de que no haya formulaciones adaptadas a los niños o que no sean accesibles”, teniendo en cuenta que se trata de una enfermedad crónica, “quiere decir que hoy día un niño tiene que tomar un jarabe con un sabor horrible o tiene que dividir pastillas de adulto. Siendo un tratamiento de por vida, la sostenibilidad de eso es muy poca”, con las consecuencias que esto tiene para las poblaciones. El impacto, señala la portavoz de MSF, va mucho más allá de la enfermedad, como cuando “en África Oriental murieron enormes porciones de la población que era la población productiva del país”.

La ONG destaca que la diferencia de la situación actual con respecto a lo que ocurría hace treinta años es que” hoy muchas de las personas que acuden a los centros de MSF ya conocen su estado y están en tratamiento con antirretrovirales”. Según ONUSIDA, el 75% de los 36,9 millones de personas que viven con VIH saben que son portadoras del virus, lo que supone un 8% más que los que lo sabían hace tres años.

En Europa, sin embargo, los avances han hecho que se le haya perdido el miedo a la enfermedad y se haya bajado la guardia en algunos colectivos porque “el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica para la que hay un tratamiento accesible con relativamente pocos efectos secundarios y la gente cada vez se muere menos de VIH”, puntualiza Lasry. Sin embargo, lo que sigue existiendo es la estigmatización que acompaña a muchos de estos casos. En España, de hecho, el Gobierno quiere ahora cambiar la ley para eliminar el VIH como motivo de exclusión para el acceso a cualquier empleo público.

En África, por el contrario, la estigmatización de la enfermedad suele ser menor, según Estrella Lasry, porque “hay tanta población afectada que es difícil que haya un estigma”, pero en algunos países en los que el VIH tiene menos presencia, sí que existe ese estigma, que provoca que “la gente esconde la enfermedad, tarda en recibir tratamiento, hay mayor riesgo de infección porque incluso entre parejas a veces no se lo dicen por el miedo al rechazo” y hay muchas creencias que hacen que algunos pacientes busquen ayuda en otros tipos de medicina, porque hay componentes de la enfermedad que “consideran brujería” y esto provoca que la gente muera, porque llegan tarde a tratarse o cuando se complica la enfermedad acuden a servicios tradicionales o alternativos que interrumpen el tratamiento.

Desde MSF ven lejano el objetivo global que se había marcado reducir en 150.000 el número de muertes cada año.

 
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