¿Por qué usamos mal la expresión madre coraje?
Repasamos la obra de Bertolt Brecht. Ella vendió armas en la guerra que mató a sus hijos
Madrid
"Capitanes, sed hoy sensatos. Callad tambores y romped filas. Madre coraje os trae zapatos. Para que las tropas marchen tranquilas". Así arranca Madre coraje y sus hijos, la obra teatral firmada por Bertolt Brecht en 1939 que nos traslada al ambiente bélico de la Guerra de los 30 Años. La obra nos presenta a una comerciante que sigue a las tropas con su carro para venderles su mercancía. Está convencida de que la guerra es una de las mejores formas de ganar dinero. La estabilidad de la paz, cree, será menos rentable.
"Ella está convencida de que la guerra es una de las mejores formas de ganar dinero y que la estabilidad de la paz, le resulta menos rentable"
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En Madre coraje, la guerra aparece como un estado de reposo. De alguna manera, recuerda a aquello de lo que escuchamos hablar hoy: no toquemos la política ni subamos el salario mínimo, que los mercados se tambalearán y saldrán perdiendo los pequeños comerciantes humildes. Y mientras ella camina, de aquí para allá, con su carromato, las descripciones en el texto de Brecht nos cuentan que cada vez, los soldados van más andrajosos. El carromato, cada vez más destartalado. Su modelo económico no es sostenible a largo plazo, porque pronto la guerra habrá acabado con todo. Recuerda mucho a lo que hoy nos dicen sobre el cambio climático.
Entonces, una madre coraje no es, como pensamos, la que lo deja todo por sus hijos, sino quien, pensando que trabaja por ellos, los acaba ejecutando. Madre coraje se enfrenta a los soldados para que no recluten a sus retoños: piensa que, si van a la guerra, morirán. Pero vende las armas en la misma contienda que acaba matando a sus tres hijos. ¿No recuerda esto a nuestros patrones de consumo? Como la Guerra de los 30 Años, están laminando el planeta. Pero no solo esto: los conductores a quienes contratamos a golpe de aplicación móvil, los repartidores de comida a domicilio, desprovistos de derechos, ¿no podrían ser mañana nuestros hijos? ¿Y estar nosotros, al consumirlos, como la Madre coraje de Brecht, alimentando la guerra que acabará con ellos?