40 años de Constitución marcados por Cataluña
Josep Ramoneda reflexiona sobre la importancia de la cuestión catalana cuando se cumplen 40 años de la Constitución, los paralelismos entre Casado y Aznar, y los problemas con las nuevas formas de movilidad
40 años de Constitución marcados por Cataluña
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Barcelona
Al cumplir cuarenta años, se confirma que el adn de la Constitución está marcado por Cataluña. La cuestión catalana fue el tema central de los debates de los constituyentes, que encontraron en el eufemismo nacionalidades una vía para el compromiso. La Constitución llega a la edad madura y Cataluña sigue marcando su piel. O sea, que sí: Cataluña era y es un gran problema de España y reconocerlo es la primera condición para encauzarlo. Durante cuarenta años, se ha ido trampeando, con apaños y complicidades no siempre ejemplares. Una historia real del pujolismo podría sacar los colores a mucha gente, también en Madrid. Pero ahora ya no hay margen. Hay que abandonar los espejismos, para decirlo en expresión de Javier Pérez Royo: el espejismo de la unilateralidad y el espejismo de la ocupación de la autonomía. Y volver a la política.
Pablo Casado quiere emular a su maestro, pero ni el marco es el mismo, ni él tiene la autoridad que Aznar tenía a finales de los 90. Dice el actual presidente, que no líder, del PP que su pretensión es volver a unificar a la derecha cuando llegue al poder. Pero cuando apareció Aznar, el PP vivía en el desconcierto, la extrema derecha era marginal y del naufragio de UCD solo quedaban algunos restos flotando. Aznar levantó una bandera, el patriotismo-neoconservador, que pudieran votar todos aquellos que desde la derecha querían tumbar la hegemonía socialista. Y se los metió en casa. La familia ha aguantado casi veinte años, pero se ha acabado rompiendo. Estamos en fase multipartidista. Tres partidos son tres sistemas de intereses colectivos y personales debidamente trabados. Y se pueden pactar mayorías, con las debidas transacciones, pero un nuevo partido único de la derecha es un sueño propio de una mente capaz de confundir la colonización de América con una extensión de la patria.
Circular con un vehículo, bicicleta, patín o similar, por una acera es una falta de respeto por los peatones que solo confirma que la mala educación es un vicio muy extendido. Cuando la natural autoregulación, que pasa siempre por la máxima consideración por los demás, no funciona, llegan las prohibiciones. Hemos visto ya demasiada desfachatez en la calle como para tener que aceptar que ha llegado la hora de prohibir que los patines se metan entra las piernas de los ciudadanos.