Literatura trascendente
El escritor nos hace partícipes del eterno debate entre la supuesta literatura mayor y menor
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CADENA SER
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Madrid
Lo oye uno a menudo, de bocas estupendas por las que se expresan mentes no menos estupendas. Existe la Literatura, con mayúsculas, compuesta de novelas “literarias” (qué delicioso pleonasmo), y luego lo otro, la literatura de género, con minúscula los dos sustantivos, donde se amontonan las novelas alimenticias, de consumo o entretenimiento (vocablo que opera como baldón supremo, y que sugiere que el tedio es una especie de mérito para un escritor). La discusión es antigua y ya provocó feroces lances en el pasado, aunque quizá ninguno tan jugoso como el que protagonizaran el maestro de la novela negra, Raymond Chandler, y el crítico (y autor de plúmbeas novelas “literarias”) Edmund Wilson, que gustaba de imputar al género criminal intrascendencia y desaliño. La réplica de Chandler fue épica: “El problema de lo que es literatura trascendente se lo dejo a pelmas gordos como Edmund Wilson, hombre de muchos méritos, de los cuales no es el menor haber logrado, en una de sus novelas, hacer de un coito algo tan aburrido como un horario de ferrocarriles”. No sobra añadir que Chandler, además de un hombre ingenioso, fue uno de los más brillantes prosistas en inglés del siglo XX, como prueba una y otra vez en sus novelas de género. Dijo algo más al respecto: que no importa de qué vaya una novela (es decir, de qué género sea, ni si es más o menos entretenida) sino (y parece una obviedad, pero a la vista está que no lo es) “de quién la escribe y qué tiene dentro para escribir”. Más claro y más corto, imposible.
La literatura con mayúsculas
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