Fiesta y muerte
El escritor y poeta estadounidense Ernest Hemingway perteneció a ese tipo de escritores que llevan a cabo cuidadosamente la construcción de su imagen pública. Espido Freire nos cuenta su historia
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Espido Freire junto a Macarena Berlín en los estudios de la Cadena SER / LAURA CORONADO
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Madrid
Como cada semana, Espido Freire nos cuenta las historias que esconde la literatura. En esta ocasión, el escritor y poeta Ernest Hemingway es el protagonista del relato.
"Hemingway era impulsivo y compulsivo, apasionado y lóbrego"
04:28
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A Hemingway le gustaban los gatos con más uñas de lo normal: todavía en su casa museo de Key West, Florida, que compró en 1931 y en la que pasó parte del tiempo que no gastaba en guerras y huidas, hay cuatro docenas de gatos polidáctiles. Todos descienden del famoso Bola de Nieve, el gato que le regaló un marinero, y que llevó al escritor a decir que Un gato lleva a otro gato que lleva a otro gato.
En realidad, ese era su lema no solo con los gatos, sino con casi todo. Con las mujeres. Con las copas. Con las guerras. Con los libros. Con los conflictos. Hemingway era impulsivo y compulsivo, apasionado y lóbrego, con accesos de energía y de alejamiento. Con su aura de guerrero contemporáneo, y de ser hosco y difícil, no solo se convirtió en Premio Nobel, sino en uno de los autores más populares de su época, por encima de DosPassos, que también había asistido a contiendas como la Guerra Civil Española, pero que no había hecho de ello ni un rasgo de su vida ni un elemento clave de su literatura.
Hemingway perteneció a ese tipo de escritores que llevan a cabo cuidadosamente la construcción de su imagen pública; no sabemos si era como se presentaba a los demás, pero sí que deseó serlo con todas sus fuerzas, como si al protagonizar determinados actos de valentía pudiera convencer a los demás, y a sí mismo, de que era un hombre valiente: un hombre casi caricaturesco, con el paso del tiempo: cazador, reportero de guerra, amante y soldado. Y, sin embargo, en Fiesta, el héroe es impotente, y en casi todas sus novelas las mujeres muestran una fuerza oscura que impide que los hombres las entiendan o las posean.
Imagino a ese Hemingway muy joven, dieciocho años apenas: ha llegado a Italia en 1918, para conducir ambulancias durante la Primera Guerra Mundial. Como todos los jóvenes, no quiere perderse la aventura, no quiere que la guerra finalice demasiado pronto y perderse la gloria y la diversión. Entonces le mandan a una fábrica de munición: una bomba ha estallado y ha hecho pedazos a las obreras. Las bonitas mujeres que unas horas antes trabajaban allí no son más que restos sanguinolentos, que los enfermeros han de reunir con sus propias manos. Lo imagino más tarde, fingiendo que nada ha ocurrido, con el valor que da el alcohol y la charla con los amigos. Muy poco después será él el herido, y con ello toda la emoción de la guerra desaparecerá por completo. Con las piernas rotas por la metralla la gloria deja paso al amor: una enfermera mayor que él, Agnes, cura sus heridas y promete casarse con él; pero Agnes se echará atrás unos meses más tarde.
Hemingway ya no será el mismo: ha cumplido veinte años y ya ha decidido cómo sufrirá en lo venidero: la adrenalina al límite, para tentar a la muerte. El cuerpo, descuidado y atacado por los malos hábitos y los accidentes. Las mujeres, abandonadas antes de que le abandonen. Los libros, una manera de indicar que Europa ha finalizado, que no hay un lugar dónde regresar, que no hay esperanza ni en el pasado ni en el futuro.
Imagino a ese Hemingway ya mayor, con la escopeta en la mano, en Idaho. Tiene sesenta y un años, el diagnóstico de una enfermedad de mal progreso, la hemocromatosis, un Nobel a sus espaldas, dos guerras mundiales, y la certeza de que el FBI le persigue por sus relaciones con Cuba. El suicidio era una herencia familiar en su casa, no un pecado ni un tabú. Se mete la escopeta en la boca y se vuela la cabeza. Le gustaban los gatos con muchas uñas, los retos con muchas aristas, las frases sin adjetivos. Por eso, en esta ocasión, no hablo de una novela concreta; una historia lleva a una historia que lleva a otra historia. Hablo de él, su construcción más lograda, su narración más difícil.