Hora 25El dietario de Ramoneda
Opinión
El dietario de Ramoneda

Cataluña pesa

Josep Ramoneda reflexiona sobre el peso que puede tener el conflicto catalán en el reparto de cargos del Consejo General del Poder Judicial entre el PSOE y el PP, que ha podido elegir a Manuel Marchena, magistrado del Supremo encargado del proceso contra el independentismo, como presidente

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Barcelona

Negociar es un ejercicio de transacción, tú me das, yo te doy, y todos cedemos algo. Y depende de la fuerza de cada cual que unos cedan más que otros. La negociación para la renovación del Consejo General del Poder Judicial entre PSOE y PP, se enuncia así. El PSOE concede al PP que el presidente sea un conservador –y no cualquiera, Manuel Marchena, al que se atribuye el papel de arquitecto intelectual del proceso contra el independentismo- a cambio de una presunta mayoría progresista en el Consejo. Pero del apaño, surge inmediatamente una pregunta: ¿por qué acepta Pedro Sánchez un nombre tan emblemático del sector conservador? E inmediatamente aparece una sospecha: sacar a Marchena del tribunal que juzgará a los independentistas procesados abre el juego. Y quizás la acusación de rebelión empiece a decaer.

La otra sorpresa es la celeridad con la que se ha producido el pacto, en un momento en que en público, PP y PSOE se hablan a gritos. Hay que entenderlo como un gesto de responsabilidad en medio del ruido: la degradación de la imagen del poder judicial dentro y fuera del país ha levantado las alarmas y ambos partidos han decidido que no se podía llegar así al juicio de enero. Cataluña pesa. Sin embargo, no es muy reparador para la imagen del poder judicial un pacto que ya da por decidido qué presidente tienen que elegir los veinte vocales del Consejo, que a buen seguro no van a contradecir el pacto de los partidos.

Macron aprovecha el centenario del armisticio de la gran guerra para su operación grandeur, es decir, volvernos a hacer creer que Francia es una potencia mundial. Y los principales líderes de todo el mundo le acompañan en París, quizás porque piensan que es la mejor manera de neutralizar las ambiciones del presidente. Al mismo tiempo, en Polonia se despliega la más importante manifestación de extrema derecha vista en Europa en los últimos años, en apoyo a un gobierno autoritario que desprecia derechos fundamentales, frente al que la Unión Europea es impotente. El gran cambio que amenaza Europa es que la extrema derecha al alza ha abandonado la estrategia de ruptura. Su objetivo ya no es abandonar la Unión. De Le Pen a Salvini, pasando por Orban y los polacos, no tienen ninguna intención de irse. El proyecto ahora es controlar la Unión desde dentro. Hacerse con ella y reconstruirla a su imagen y semejanza. Y no es imposible, sobre todo viendo como la derecha europea, los populares del parlamento de Estrasburgo, se van dejando contaminar. Las elecciones europeas del año próximo pueden ser cruciales.

 
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