Bendito elemento de distorsión (sexual)
Que me hacía gracia que fuera tan guapo. Que fuera tan inteligente. Que pareciera tan entregado a una causa. Yo aspiraba, evidentemente, a llegar a ese puesto.
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Getty Images
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Madrid
Hace años estuve enamorada de uno que aspiraba a formar parte de esto que llamamos justicia. Lo conocí en mitad de las oposiciones. Imagínense. Lo más exótico de su vida era alternar el trayecto hasta el preparador. Unos días en Metro, otros en autobús. Los dos con salida desde la Puerta del Sol. Una vida tan monótona, aburrida y patética, que imaginen si en mitad de ella, aparezco yo.
Que me hacía gracia que fuera tan guapo. Que fuera tan inteligente. Que pareciera tan entregado a una causa. Yo aspiraba, evidentemente, a llegar a ese puesto.
Me encantaba creerme su bendito elemento de distorsión.
Me veía un solo viernes de cada tres. Lo que nos obligaba a aprovechar al máximo el tiempo. Que viniera a verme no significaba que al día siguiente no madrugara. Solo que, por ser sábado, se saltaba el trote ligero. A cambio me cabalgaba con toda la potencia que emanaba. Pocos besos, poco roce, mucho empotramiento. Desfogándose en la cama del estrés de aspirar a ser de esos de esto que llamamos justicia.
Con aquella mierda de entrenamiento que no hacía que pudiéramos prosperar, así era imposible que llegásemos ni a semifinales, a mí se me cruzó uno con un horario mucho menos riguroso, lo suficientemente ácrata como para presentarse en mi casa a follarme cualquier día de la semana.
Después de la semana que nos ha dado esto que llamamos justicia y después de que hace apenas nada no llamaran violación a lo de la Manada, me ha dado por recordar a aquel que me administraba por dosis. Tan estricto. Tan exacto. Tan aséptico. Jamás se quedó un segundo más ni faltó uno solo de los viernes de cada tres. Pero me montó el melodrama, no podía ser menos. Quería una sufriente al lado que entendiera que necesitaba ser tan aséptico para no enamorarse de mí. Bendito elemento de distorsión. ¿Y yo? ¿Yo no cuento? Parece que esto que llamamos justicia a veces se hace muchos líos. Y algunos, lástima que sean tantos, se preocupan única y exclusivamente de su culo.
Siento tener que patear de vez en cuando alguno. Pero con suerte, son de los que escuchan la radio por la noche cuando los remordimientos no le dejan dormir.