Lo que las palabras esconden

En el metro de Londres, esta semana, una chica que hablaba español por su móvil recibió un puñetazo en toda la cara de un energúmeno que le dijo que en Inglaterra había que hablar inglés.
En Barcelona, en un avión de Ryanair hace unos días, un pasajero insultó gravemente a una mujer negra que viajaba a su lado hasta que los empleados intervinieron para carmbiarla.. ¡A ella!
En Estados Unidos, en medio de la oleada de paquetes bomba destinados a medios de comunicación y políticos, Donald Trump tuiteó para criticar la violencia para luego, acto seguido, acusar a la prensa de provocar la ira de la gente.
Ahora que muchos se jactan de despreciar la corrección política, no está de más recordar que una mínima educación y respeto en el debate público no es una cuestión de mera etiqueta.
Porque por cada líder político que se siente superman ridiculizando y atacando a gays, mujeres, inmigrantes, periodistas o rivales, siempre habrá algún descerebrado que se sienta respaldado para imitarle en el metro, en el bar, en la calle o en un avión. Y la violencia verbal -'tú eres un golpista, tú un fascista, tú un dictador, tú un manipulador, tú eres escoria'- acaba abriendo una grieta por la que se cuela la violencia física.
No hace falta tener un máster para entender que en la vida pública, como en la privada, el lenguaje es importante, y las formas, también. Las palabras nunca son inocentes