Una gran mujer
Carmen Alborch era, por encima de cualquier otra cosa, alguien de verdad
Madrid
Ha muerto una gran mujer. Carmen Alborch era, por encima de cualquier otra cosa, alguien de verdad. No había doblez ni fingimiento en esa forma de ser vital, abierta, inteligente y divertida. Su militancia era un compromiso con la cordialidad, la ausencia de sectarismo y un don de gentes que le salía de dentro, sin forzarlo, porque Carmen era una intelectual en el sentido más genuino. No había impostura. Todo en ella era naturalidad que le otorgaba un atractivo que sólo consiguen quienes se muestran como son, y no como los demás quieren que sean.
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Durante dos años, una vez al mes, compartíamos unas cuantas horas de fingida tensión en la comisión de control parlamentario de RTVE. Ella era la presidenta y yo el compareciente. Eran momentos mucho más llevaderos que los actuales y no existía el grado de crispación que hoy padece la política española. En esos dos años se estableció entre nosotros una complicidad basada en el respeto mutuo y un sentido del humor que descubrimos era muy similar. Hacia tiempo que no nos veíamos. Las últimas veces coincidimos en Valencia en algunos eventos y aprovechábamos para ironizar sobre la actualidad.
Ha muerto una gran mujer y su ausencia hará todavía mas grises los tiempos que corren.