¿Condolencia o humillación?
No existe en el hijo la mínima empatía con el presunto verdugo de su padre.
Madrid
En las portadas de medio mundo aparece hoy una fotografía impactante: la del encuentro entre el hijo de Jamal Khashoggi, el periodista torturado, asesinado y descuartizado en Estambul, y el príncipe heredero de Arabia Saudí, sospechoso de haber ordenado o consentido el crimen. En la imagen, el joven mira de frente al príncipe, extiende el brazo como intentando preservar la distancia y dibuja en su rostro un gesto helador que congela a su vez el esbozo de sonrisa del príncipe. No existe en el hijo la mínima empatía con el presunto verdugo de su padre. No puede haberla en un acto que parece más una nueva humillación que un gesto de condolencia.
Varios fotógrafos y cámaras se ocupan de recoger el momento. Porque, con esas imágenes, la monarquía saudí pretenderá demostrar ante el mundo su distancia con los asesinos, su cercanía a la víctima y su sensibilidad hacia el profundo dolor de su hijo. Puede que en Arabia Saudí cuele, porque unos así lo entenderán y porque los otros no se atreverán a levantar su voz para denunciar la hipocresía, viendo como han visto el destino que espera al disidente. Ahora falta saber qué hará el mundo con este régimen al que históricamente se le ha perdonado todo porque con su inmensa riqueza siempre ha sabido sembrar silencios cómplices.