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Chamanes del cambio climático

El número de chamanes en Mongolia se está multiplicando con el avance de la degradación ambiental del entorno. Hablamos con el director de "Chamán", un documental que constata los efectos del cambio climático en un país enormemente ligado a la tierra y a la naturaleza

Punto de Fuga: 'Chamanes del cambio climático' (19/10/2018)

Punto de Fuga: 'Chamanes del cambio climático' (19/10/2018)

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Ante los problemas que está ocasionando el cambio climático en un país como Mongolia, cuya población nómada tiene un modo de vida muy ligado a la tierra y la naturaleza, ha aumentado enormemente el número de chamanes, que “ejercen una función de consejeros y de salvavidas al que se agarra la gente” explica David Gómez Rollán, director de “Chamán”.

Mongolia es una “zona cero del cambio climático”, es una de las zonas del planeta más sensibles al cambio climático y a la degradación ambiental, el país en el que más ha subido la temperatura en los últimos 15 años, hasta en 2,2ºC y en el que ya se están viendo graves casos de desertificación y fenómenos medioambientales como los “zud”, una consecución de inviernos heladores y veranos secos y calurosos que sólo se da en este país. A esto hay que sumar la degradación medioambiental que está generando la minería de oro y carbón.

Documental Chamán

Frente a esto, se están multiplicando los chamanes, que Gómez define en su documental como “los que saben”. En la tradición de la estepa siberiana los chamanes proceden de los pastores de renos y son algo así como los mensajeros de la naturaleza, con ella conectan a través de rituales. El chamanismo es originario de los pueblos siberianos entre Mongolia y Rusia. Representa el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, como una especie de “religión” para los cazadores. Los chamanes eran respetados por el pueblo. Ellos son quienes deciden cuántos animales se pueden cazar o en qué montes deben pastar, para mantener el equilibrio con la tierra.

Pero ahora ese equilibrio del hombre con la naturaleza se ha roto por completo. El chamán estatal de Mongolia explica en el documental que el resurgimiento de esta figura se debe a que “la naturaleza y nuestros ancestros están enviando un mensaje claro: os necesitamos, tenéis que salvar la naturaleza, tenéis que actuar para evitar que todo colapse. Estamos teniendo un número creciente de protestas ambientales, en algunas de ellas están involucrados los chamanes, de forma visible o no, directa o indirectamente”.

El origen de toda la destrucción “es la mano humana”, denuncia el documental “Chamán”, también desde dentro de la propia Mongolia. David Gómez explica que se trata de un país “riquísimo en minerales. Tiene mucho carbón, mucho oro, y hay un gran boom minero que comenzó a finales de los años 90 y si recorremos el país nos encontramos con lugares abiertos donde la gente está haciendo trabajos, buscando minerales”, lo que está produciendo una degradación medioambiental y generando “contaminación, enfermedades…” La población nómada ha sido la gran afectada por los efectos del cambio climático y el destrozo de la tierra, muchos de ellos se han convertido ya en refugiados climáticos.

Documental Chamán

La aparición masiva de chamanes tiene dos vertientes, por un lado, cuenta David, “están los chamanes originales de los pastores de renos que promueven esta filosofía, y luego tenemos un boom chamánico” que ha surgido partiendo de la tradición mongola, pero que también aprovechan estas circunstancias para ofrecer su apoyo a la población desesperada por perder su medio de vida, “incluso se presentan a veces como sanadores, pero detrás de ellos en algunos casos hay un gran negocio también”.

Gran parte de la población mongola ha perdido la esperanza en recuperar su tierra de los estragos del cambio climático. “Tienen unos porcentajes de desertificación inmensos, hay todo tipo de catástrofes ambientales que solo se dan en Mongolia y los nómadas están perdiéndolo todo”, lamenta David. “Los animales mueren, los pastos desaparecen”, se han multiplicado las tormentas, por lo que la situación ya es muy delicada. Los chamanes hablan con la naturaleza a través de un ritual ambientado con tambores y vodka, según describe David, hasta que “llega un momento de éxtasis en el que el chamán deja de ser una persona humana y se convierte en la voz de los espíritus de la naturaleza”. A partir de ahí, lanza sus mensajes y recibe todo tipo de peticiones de la gente.

Los chamanes en general tratan de “mandar un mensaje de esperanza” de que se va a poder revertir el daño a la naturaleza, sin embargo, hay otros que lanzan una advertencia de que la situación es realmente mala, se ha quebrado el equilibrio con la naturaleza, que “es la madre de todos los seres humanos, y nosotros estamos matando a nuestra madre”.

El fin de las guacamayas en Antioquia

Las guacamayas han desaparecido en el estado colombiano de Antioquia como consecuencia de la construcción de una presa que complica la vida de las comunidades que la rodean. Rudy Estela Posada forma parte de un programa de acogida en Madrid desarrollado por el Ayuntamiento y Mundubat para defensores de los derechos humanos. Es barquera, se dedica a extraer el oro de manera artesanal de las orillas del río Cauca y para ella el canto de las guacamayas es el sonido que le despierta y le acompaña todo el día. La pérdida de ese canto es sólo la constatación del sufrimiento de su pueblo desde que se ha iniciado un proyecto inmenso que prima el dinero “por encima de las vidas humanas y la naturaleza”.

Su comunidad es una de las que soporta presión y violencia diarias. El megaproyecto de Empresas Públicas de Medellín de construcción de la presa más grande de Colombia inundó todo el territorio, las casas de la gente y el hábitat de las guacamayas también, denuncia Posada, por eso han tenido que desplazarse hasta en cinco ocasiones. Se sienten “revictimizadas” por la empresa porque han sido “víctimas del conflicto armado” y ahora víctimas del proyecto que las ha desalojado de sus casas y su territorio.

Para estas comunidades “el agua y la tierra es algo sagrado, es parte de nuestra vida”, por eso sienten un enorme desarraigo tras la llegada de esta empresa. Llevan 10 años luchando contra “este monstruo”, como se refiere a Empresas Públicas de Medellín. Los defensores de derechos humanos como Rudy son los únicos opositores al proyecto, por eso han sido “amenazados, señalados, con muchos compañeros asesinados”. Posada denuncia que dos de sus hermanos han sido asesinados y su marido está desaparecido. Nadie ha respondido por sus muertes. Pero la denuncia no es una opción para ellos porque “en Colombia no tenemos garantías”. Su única esperanza es poder recuperar su tierra, por eso trabajan para detener el desmantelamiento programado de su territorio.

 
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