El todopoderoso Rato a las puertas de la cárcel
Josep Ramoneda reflexiona sobre la ratificación del Supremo de la condena a Rodrigo Rato por apropiación indebida por las tarjetas black y el discurso del Rey del 3 de octubre del año pasado
El todopoderoso Rato a las puertas de la cárcel
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Barcelona
Vivir para ver. El todopoderoso Rato a las puertas de la cárcel. El Supremo ratifica la condena por apropiación indebida por las tarjetas black. Y esto no ha hecho más que empezar. A principios de siglo, ¿alguien podía imaginar que el todopoderoso vicepresidente acabaría así? No respondía Rato precisamente al síndrome del nuevo rico, que según acaba de explicarnos Aznar, es la causa de la corrupción en España. Alguna debilidad, sin embargo, debía percibir el expresidente cuando no le quiso como sucesor. Y algo escondía Rato cuando dejó el FMI a toda prisa y por la puerta de atrás. Con estos antecedentes, se impone hoy una pregunta: ¿Cómo se le ocurrió a Rajoy ponerle al frente de Caja Madrid?
Dos frases que certifican la división estratégica del independentismo. Dice el presidente Torra: "He venido a hacer la República catalana. El día que vea que no puedo lo dejaré”. Precisa Sergi Sabrià, portavoz de Esquerra Republicana: “No somos la República que anhelábamos, hacerlo creer a la gente nos aleja del objetivo de conseguirla”. Más claro el agua.
Hace hoy un año el Rey Felipe VI bajó a la trinchera y convocó a combatir al independentismo. Quizás nunca sabremos las razones que le llevaron a suplantar al presidente Rajoy. La realeza no es ajena a los complejos propios de la relación paterno-filial. Puede que más o menos inconscientemente el Rey viera la oportunidad de matar simbólicamente a su padre. Pero se le escapó un pequeño detalle: el 23-F el presidente del Gobierno estaba secuestrado en el Congreso. Mientras que el 3 de octubre, Rajoy estaba en su despacho. Pasando a primera línea, el Rey debilitaba al presidente, agrandaba la sensación de crisis institucional y desconcertaba a muchos catalanes ajenos al procès. Aquella tarde algún miembro destacado de la oligarquía catalana quiso hacer llegar al rey su preocupación y no pasó el filtro de la Corte. Un año después sigue siendo difícil entender un gesto que generó alarma y rompió los equilibrios institucionales. Y curiosamente, Rajoy ya no está.