Icíar Bollaín y su retrato de Carlos Acosta, el bailarín negro que triunfó
La directora, Icíar Bollaín ha presentado 'Yuli', el retrato del bailarín cubano, Carlos Acosta, en el Festival de Cine de San Sebastián, primer bailarín negro protagonista del Royal Ballet de Inglaterra
San Sebastián
Tenía todo el peso de Cuba a sus espaldas. Carlos Acosta hizo historia al convertirse en el primer bailarín negro que consiguió un papel protagonista en el prestigioso Royal Ballet de Londres. Empezó a bailar en las calles de La Habana y su padre lo metió a la fuerza en la Academia de Ballet de Cuba. Él no quería bailar. Es el anti Billy Elliot. Así lo retrata Icíar Bollaín en Yuli, película basada en su vida. La cinta ha sido recibida con aplausos en el Festival de San Sebastián donde compite por la Concha de Oro.
“Siento un infinito amor por mi país. En el país hay una cantidad de gente fascinante en Cuba. Cuba siempre va a estar conmigo donde yo esté. Al principio yo siempre tenía esa presión porque cuando competía representaba a toda la escuela. La otra presión era satisfacer el sueño de mi padre. Yo no quería, quería ser futbolista o Michael Jackson. Al final gracias a él soy quien soy. Lo que me motiva es la gente”, decía Acosta.
Yuli cuenta con el guion de Paul Laverty, como los anteriores trabajos de Bollaín, También la lluvia o El olivo, en la fotografía está Álex Catalá, el de La isla mínima, y en la música de Alberto Iglesias. Yuli nos cuenta la historia de Acosta, pero también las dificultades de la Cuba del periodo especial, el racismo, incluso dentro de la familia del propio bailarín. Es como si a ese padre cubano, buena gente pero autoritario estuviera la historia cubana entera. “Hay algo fascinante en la historia de Cuba, es la llegada de esclavos al país. No tocar este tema me pareció una vergüenza. Porque fue un tema que afectó a toda la población cubana, pero sobre todo dentro de las familias, como esta", decía Laverty que ha confeccionado un guion complejo y lleno de matices, desde lo familiar a lo social y político, pasando por el plano artístico, tan presente en Cuba y en la vida del protagonista.
En una mezcla de flashblack, Bollaín se apoya en tres edades de Acosta. De niño, cuando empieza a bailar. De joven, cuando sale de Cuba, primero a Suiza y luego a Inglaterra. Por último, en la actualidad, donde Carlos Acosta dirige una escuela de ballet en su país. “Todo el proceso fue traumático, de lo más enriquecedor que he hecho en mi carrera, pero un poco traumático. Yo había escribo una biografía como terapia, para curarme de todo ese pasado. Y claro ahora me he reencontrado con ello”, explicaba Acosta en rueda de prensa.
El proyecto surgió del mismo bailarín que, a través de una productora británica, llegó al guionista Paul Laverty y de Laverty a Bollaín. "Yo le pregunté que si había escrito su propia biografía, qué necesidad tenía de hacer también una película. Me contestó algo muy bonito: por valores. Los jóvenes ven mucho cine violento y yo quiero reflejar el valor del esfuerzo y la importancia de la comunidad. De devolver al país lo que te ha dado", contaba la directora sobre sus conversaciones con Acosta.
El propio bailarín protagoniza la historia: “He tenido la suerte de hacer alguna que otra cosa en el cine, pero realmente, lo que más te da la confianza es la directora. Icíar se equivoca poco, ve mucho más allá de lo que uno ve. Lo de participar lo veía una locura porque pensaba ‘y si soy yo el que estropeo este proyecto”. Todo lo contrario. Su presencia escénica es magnífica, las coreografías narrativas son un acierto y la elección de los actores, que le interpretan en las distintas etapas de su vida, encajan de manera natural en este biopic sencillo y emotivo, con tantas aristas casi como el propio país donde se enmarca.
"Cuba ha vivido muchas transformaciones. Me acuerdo en los ochenta, cuando éramos unos niños, con las fiestas de la calle y los ciudadanos mantenían la calle limpia para que pasara una comitiva y elegir la cuadra más bonita. Esa fue la época en la que crecí", contaba Carlos Acosta. Era una infancia feliz. Cuba tenía dinero soviético y había esperanza e ilusión. Después vino el periodo especial. "Fue una barbarie, el desmoronamiento del sistema comunista. Unos años durísimos de cortes de luz de casi 20 horas del día, y ya el año 94, donde todo el mundo se echaba al mar". Yuli abarca todos esos periodos, sin pretenciosidades, contando cómo la ideología y la política de un país afectan a la vida de sus ciudadanos. "Ahora Cuba sigue evolucionando, pero a pesar de todas las transformaciones, todavía existe un espíritu comunitario y eso es muy importante", subrayaba el bailarín que ahora enseña a los cubanos todo lo que él aprendió.
"Todavía existe eso de que el vecino ayuda al otro y también ese eclecticismo de raza, que ha logrado un valor extraordinario. Por ejemplo, en una orquesta se ve toda esa variedad", decía orgulloso. "En Cuba hay una cosa y es que el arte es para todos, independientemente de si tienes o no para pagarlo. Todos hemos sido capaces de estudiar algo. El ballet, que es lo más caro que hay, lo puede practicar todo el mundo. Imagínese para alguien como yo, un chico de barrio, comprar unas zapatillas de ballet que son carísimas. Sin embargo, en Cuba se hizo ese proceso", añadía. Ha sido uno de los aspectos que más ha llamado la atención de Laverty y Bollaín, sobre todo como contraste en lo que ocurre en países ricos como Reino Unido, donde el arte es cada vez menos accesible a las clases más bajas.
"Es un testimonio de que sí se puede. Se puede haber nacido en un barrio de la periferia y convertirse en bailarín en una gran compañía. Lo que sí lleva mucho trabajo". Es el mensaje que Carlos Acosta quiere dar contando su vida y lo que esta película consigue.