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Opinión
El dietario de Ramoneda

Avanzar en la distensión y el diálogo

Josep Ramoneda reflexiona sobre las palabras del lendakari Urkullu, el ciclo de aniversarios de los momentos icónicos del proceso independentista y la relación entre los padres y los hijos

Avanzar en la distensión y el diálogo

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Barcelona

El Lendakari Urkullu reclama determinación en el conflicto catalán para avanzar en la distensión y el diálogo. E incluso se atreve a dibujar la arquitectura del acuerdo final: una confederación de Estados. Demasiado racional para ser cierto en un tema en que los agravios y los sentimientos fluyen a granel, como demuestran las redes, sin que ni siquiera los jueces sepan contenerse en sus chats. La clave del consejo de Urkullu está en la palabra determinación, que quiere decir dos cosas: convicción de que hay que alcanzar un acuerdo cueste lo que cueste, y autoridad en cada una de las partes para convencer a los suyos de que es inevitable hacer concesiones para avanzar. De momento ninguna de estas dos condiciones parece estar en la mente y en las aptitudes de los protagonistas.

Este 20 de septiembre abre el ciclo de aniversarios de los momentos icónicos del proceso independentista que tendrá su momento culminante el 1 y el 3 de Octubre, el referéndum y la huelga. Para unos, la movilización de hace un año cuando la Guardia Civil estaba registrando la Consejería de Economía fue un tumulto que formaba parte de un plan organizado, punto de partida para construir el relato de una rebelión. Para otros fue una manifestación improvisada que llevó a Jordi Cuixart y a Jordi Sánchez a la cárcel a pesar de que se esforzaron en canalizarla y evitar cualquier desmán. Me acerqué al lugar varias veces aquella tarde. Y desde luego lo que yo vi se parece más a lo segundo que a lo primero. Pero estos conflictos crecen sobre la confrontación de los relatos. Con lo cual la evaluación objetiva de los hechos se convierte en una quimera: nunca tendrá el reconocimiento de todos.

Siempre he pensado que las generaciones de posguerra fuimos mejores hijos que padres. Nos supimos revelar contra nuestros mayores, pero hemos pretendido dejar a los hijos sin espacio para la transgresión a base de sobreprotección y atenciones sin mesura. Y tengo la sensación de que ahí siguen las nuevas generaciones. Parecen confirmarlo estas palabras de los profesores Ramón Ubieto y Marino Pérez Alvares que leo en El País: “Los padres hemos colonizado la infancia, convirtiéndola en un producto de consumo híper: hiperconectada, hipersexualizada e hiperactiva”. “Los niños son menores y necesitan pasar por todas las etapas de su desarrollo para construirse como personas. Y no se lo estamos permitiendo”.

 
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