¿Qué hacemos con los patinetes eléctricos?
El problema es que por su naturaleza no encajan en la normativa aplicable a los otros vehículos
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JUAN CARLOS CARDENAS (EFE)
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Madrid
Los patinetes eléctricos están proliferando por las ciudades como florecillas en primavera. Son vehículos limpios, relativamente asequibles, se pueden aparcar a los pies de la mesa de trabajo y alcanzan velocidades que los hacen muy prácticos para la movilidad urbana. El único problema es que por su naturaleza no encajan en la normativa aplicable a los otros vehículos y el vacío se llena de la peor forma posible: cada uno hace lo que le da la gana.
¿Qué hacemos con los patinetes eléctricos?
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En noviembre de 2016, la DGT sacó una instrucción que dejaba patente la indefinición. Establecía que estos VMP (vehículos de movilidad personal), al no ser peatones, no deben circular por las aceras y como son vehículos especiales deberían ir por la calzada pero en vías “expresamente autorizadas”. En todo caso contemplaba la posibilidad de excepciones cuya regulación traspasaba a los ayuntamientos. Y así estamos. La venta de patinetes y la implantación de empresas dedicadas a su alquiler han ido a más velocidad que las regulaciones municipales. Y convendría no demorarse porque como decía la propia instrucción de la DGT estos vehículos, que pueden alcanzar los 30kms por hora, “generan situaciones de riesgo al compartir el espacio urbano con el resto de los usuarios”.