La justicia funciona. Sin embargo…

Madrid

La sentencia del Supremo pone a Iñaki Urdangarin a las puertas de la cárcel. Esta misma mañana la Audiencia de Palma le va a entregar el mandamiento de prisión. Es digno de señalar que Urdangarin recibe la pena más alta de todos los condenados, más que Diego Torres, al que siempre se presentó como su inductor. Pero aún queda un paso por dar: imagino que solicitará el indulto real al que tiene derecho, aunque la respuesta a esa petición no le asegura permanecer en libertad hasta entonces, puede ordenarse su internamiento en cualquier caso, y por otra parte me parece inimaginable que tal indulto pudiera concederse.

Sin embargo, es interesante observar el tema de la desconfianza. Tan pronto como se conoció ayer está sentencia, el enfoque popular del asunto fue formular una pregunta: ¿Se atreverán encarcelarlo o no se atreverán? A lo largo de toda la tarde el fiscal Horrach estuvo de ronda por radios y televisiones teniendo que salir al paso de un mismo recelo asegurando que no hubo trato de favor. Un recelo difícil de disolver, habida cuenta de que ninguna actuación consigue ser reconocida como independiente y que los políticos son los que más alimentan esa desconfianza: las acusaciones del secesionismo al juez Llarena o las del PP en el caso Gürtel lo demuestran.

En todo caso, el mejor antídoto contra las sospechas es la transparencia y en el caso que hoy nos ocupa seguramente no hubo trato de favor pero sí al menos hubo intentos para que lo hubiera. Se sabe bastante, pero se debería saber todo sobre las gestiones que se hicieron desde ciertas alturas en favor de la infanta Cristina. En resumen, la condena al cuñado del rey debería ser la prueba del 9 de que la justicia funciona en España, pero ¿lo es?, ¿lo es para todos?