El jugador número 11
El comienzo de Quim Torra no ha podido ser más desalentador y alejado de los deseos de normalización de la mayoría de los catalanes
Quim Torra, el jugador número once, de contrastado pensamiento supremacista, no parece haber sido elegido por ser el mejor, sino el más radical y servil. Alguien más interesado por la independencia que por la propia Cataluña. Y dispuesto a degradar a la primera institución catalana en aras del legitimismo del ex president fugado y de los cuatro antisistema de la CUP, quienes permitirán el nuevo gobierno invocando ya los nuevos incendios de temporada.
El comienzo no ha podido ser más desalentador y alejado de los deseos de normalización de la mayoría de los catalanes, frente al 40% que se mantiene en la idea de la independencia según los sondeos de la propia Generalitat.
El sábado, Torra esbozó las líneas maestras, los asuntos a los que dedicará su esfuerzo. Y estamos de nuevo ante la agenda de un mundo paralelo, de una realidad alternativa. Primero lo que llama recuperar el mandato del 1 de octubre, es decir, el camino de la república catalana; después, hacer inventario de la aplicación del 155, lo que se traduce en agitar la propaganda internacional contra España; montar de nuevo la red de las llamadas embajadas catalanas; y por último la posibilidad de volver a convocar elecciones a partir del 27 de octubre, que es el tope legal mínimo.
Como se observa, se redibuja claramente el nuevo y único objetivo del independentismo: la colisión con el Estado. Un camino que implica volver a saltarse las leyes y seguir dividiendo a los catalanes mientras se arrogan su representación unívoca.
Lo que no parece es que Torra vaya a negociar la financiación autonómica o la mejora de los servicios públicos. Con esta declaración de intenciones su hoja de ruta pasa por el 155, Berlín, Bruselas o la cárcel de Estremera.