Mentirosos. Y vagos
El caso del máster de Cifuentes nos ha permitido descubrir un engaño tras otro de quienes quieren restregarnos el trágala de su honestidad y su acendrado sentido del trabajo y del estudio
No puede por menos este vetusto Ojo que reconocer la grandísima fuente de saber que emana de la Universidad. De todas, pero en especial de la española y ya, entrando al detalle, de la Rey Juan Carlos. Porque gracias a todo lo que se viene escribiendo sobre esos insignes campus, hoy sabemos muchas cosas que desconocíamos hace un par de meses. Todos hemos hecho un curso de posgrado en apenas unas semanas sobre másteres de nombre encopetado, directores multiempleados del PP, catedráticos del birlibirloque, profesores invisibles, brillantísimos alumnos de clases a las que no asisten, convalidaciones a decenas y títulos rimbombantes para los que basta con manejar una buena tarjeta de crédito. Ahí tienen ustedes, verbigracia, al joven Pablo Casado, moderno ejemplo de atildada promesa de la derecha patria, alevín de amo del universo, con un máster tan mísero como el de Cifuentes, no hay sitio aquí para enumerar sus muchas martingalas, proveniente de la susodicha universidad y dirigido por el susodicho profesor, mientras ceba su currículum con pomposos títulos de universidades como Georgetown o Harvard, que no son otra cosa que unas chácharas de cinco horas por las que Casado pagó, eso sí, una pasta. Todo mentira, un engaño tras otro de quienes quieren restregarnos el trágala de su honestidad y su acendrado sentido del trabajo y del estudio. Paparruchas. Farsantes, fulleros y, además, vagos redomados.
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