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Rosario Weiss Zorrilla

Ahijada y discípula de Francisco de Goya

Rosario Weiss Zorrilla

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06:09

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He visto mi nombre publicado en varios medios ahora que estoy mucho más muerta que viva y que, además, se han dignado a hacerme una exposición. Bueno, a mí no, a mi obra.

Nací en el año 1814 y desde los inicios de mi vida, ésta fue peculiar. Era hija de padres separados, que en la época no era ni muy normal ni estaba muy bien visto. El caso es que mi madre se instaló en la casa de Goya, en la Quinta del Sordo en Madrid, y fue ama de llaves del pintor. Vivíamos allí con ella, mi hermano y yo.

La relación con Goya fue a más a medida que mi interés por la pintura crecía, como yo. Mi madre era una gran mujer que se buscaba la vida y Goya, el artista en el que mirarme. Tras Madrid, nos fuimos con él a Burdeos, así que mi educación fue también francesa.

Aprendí a dibujar con siete años, cuando todavía estábamos en Madrid, pero fue en Francia donde ya tuve profesor: Vernet, un fabricante de papeles pintados, con once años. El maestro Goya escribía desde Burdeos a personalidades de España para compartir con ellos mis avances. Me gustaría leer algunas de esas palabras. Esta es la que le escribió en 1824 a Joaquín María Ferrer, banquero: «Esta célebre criatura quiere aprender a pintar en miniatura, y yo también quiero, por ser el fenómeno tal vez mayor que habrá en el mundo de su edad para hacer lo que hace (…) quisiera yo enviarla a París por algún tiempo, pero quisiera que usted la tuviera como si fuera hija mía ofreciéndole a usted la recompensa ya con mis obras o con mis haberes»

Las malas lenguas hablaban de una relación entre mi madre y el pintor, pero nada existe que lo pruebe. Lo que sí es verdad es que la vuelta a España, con Goya fallecido, fue dura, porque tuvimos que volver por un desahucio del hijo de Goya, que no nos permitió seguir viviendo en aquella casa. Así que la fortuna y el talento y los contactos hicieron que pudiese trabajar en el Museo del Prado, lo que nos libró de la mendicidad que nos esperaba.

En el Prado era copista, aceptaba también encargos que sobre todo eran retratos, lo que la alta sociedad demandaba. Luego, llegaron los figurines de moda, en los años veinte y treinta del siglo XIX, cuando las revistas de moda empezaron a venderse en España.

Yo siempre me definí como artista, a pesar de que las mujeres de mi época no recibían esta consideración. Quise siempre vivir de mi trabajo, sin condicionantes. Los reconocimientos más importantes de mi carrera fueron dos: ingresar en la Academia de San Fernando y ser nombrada profesora de dibujo de las infantas Luisa Fernanda e Isabel, que fue la futura Isabel II.

Mi obra fue atribuida siempre a otros, generalmente al propio Goya, y por eso mis cuadros pasaron siempre desapercibidos. Fui consideraba luego una simple ayudante del pintor, básicamente fui una mujer olvidada, una más, con el cotilleo de mi madre y Goya incluido. Mis obras fueron atribuidas a otros, siempre hombres, y mi nombre ha aparecido ahora que por fin se puede contemplar mi obra, ciento cincuenta años después…

Adriana Mourelos

Adriana Mourelos

En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...

 
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