Rajoy y las mil piedras
Si los populares vieran el mundo con las gafas que usan los mortales, serían conscientes del grosor de la capa de fango en el que chapotea Cristina Cifuentes
Hay personas, de gran prestancia y singular posición social que han tropezado, desgraciadamente, dos veces en la misma piedra. Y luego está Mariano Rajoy Brey, que ha ido sosteniendo, besando, abrazando, achuchando, felicitando, piropeando y vitoreando a cuanto malandrín o desahogada se le han cruzado por el camino. Sin ánimo de exhaustividad, podemos citar sus halagos o mensajes de afecto a una ristra de nombres de triste recuerdo, espectros lastimeros que pululan por los aposentos de La Moncloa: ¿qué tal el amigo Bárcenas, todo lo que ustedes saben? ¿Francisco Camps y los requiebros a su excelsa honradez? ¿Recuerdan a Ana Mato? ¿Rita Barberá? Pues ahora la besada ha sido Cristina Cifuentes, piedra más que añadir al accidentado camino de nuestro presidente. No es consciente todavía Rajoy de que aquella flor en semejante sitio ya se le ha ajado, y que quizá vive ahora el momento en el que el respetable no le pasa una mandanga más. Menos aún, en algo que roce la corrupción. No lo entiende porque se niega a mirar alrededor, igual que hace su gobierno y los muchos dirigentes de su partido, contagiados por la parálisis de su jefe. Si vieran el mundo con las gafas que usan los mortales, serían conscientes del grosor de la capa de fango en el que chapotea Cristina Cifuentes. Suma y sigue: otra ánima bendita para sus pasillos.
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