Hagamos examen de conciencia, estimado abad de Gandía
El editorial de Celia Blanco en 'Contigo Dentro'
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Getty Images
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Madrid
Es más que probable que el abad de Gandía, D. Ángel Saneugenio, haya estado muy ocupado estos días. Imagínense, organizar procesiones, celebrar como merece la pasión, martirio y resurrección de Jesucristo, debe mantener ocupadísimo a cualquiera que tenga cargo eclesiástico. Después de semejante responsabilidad, quizás el esfuerzo y capacidad mental que requiere semejante trabajo, haya hecho confundir al pobre hombre lo que es realmente abusar sexualmente de un menor. Lo digo porque el abad de Gandía considera que educar sexualmente a los niños es abusar sexualmente de ellos.
Que sepan que pueden nacer con vulva a pesar de ser realmente varones, o que pueden nacer con pene y ser realmente hembras, le parece que es comparable con lo que hacía el párroco de Weston, un suburbio de Boston. El colega de profesión del abad de Gandía obligó a 130 menores de su parroquia a que se dejaran sobar, les obligó a que se la chuparan, a muchos de ellos los sodomizó. Y ni siquiera tuvo compasión de los que, mientras eran penetrados por él, suplicaban por el dolor y la humillación de lo que estaba ocurriendo. Entre los años 2014 y 2016, que se sepa, diez menores fueron violados por sacerdotes solo en nuestro país. Pero como ni la Confederación Episcopal ni los Defensores del Menor, llevan la cuenta, no se tienen constancia de que estos sean los únicos casos.
Cualquiera en su sano juicio quiere que los que abusan sexualmente de menores terminen detenidos y en la cárcel. Cualquiera en su sano juicio quiere proteger a los más pequeños. Y solo educándolos sobre todas las opciones posibles y sobre lo que es realmente abusar sexualmente de ellos, los protegerá.
sexo Arrepintámonos de todos nuestros pecados, confesemos con recogimiento todas nuestras faltas. Y después… Después cumplamos la pertinente penitencia. Perfecto. Ese es el mecanismo que siguieron todos sus colegas después de abusar de todos esos niños. Así expiaron sus pecados hasta que alguien los denunció.
Me va a disculpar, abad de Gandía… Pero en este caso, ni Dios le salvará del suplicio de pertenecer a una asociación que ha dado las suficientes muestras de dominar muy bien lo que es abusar sexualmente de menores. Debería, como mínimo, arrepentirse de su propio pecado.