Los novios de la muerte

Hasta cuatro ministros asistieron arrobados en Málaga al paseo del Cristo de la Buena Muerte a brazos de esforzados legionarios. Allí estaban el ministro Zoido, que no se pierde cristo o virgen que se pasee en un radio de mil kilómetros, el de Justicia, Rafael Catalá, tieso como un palo, la ministra de la cosa, Dolores Cospedal, experta en peinetas, banderas a media asta y contratos en diferido y, con actuación estelar incluida, Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, ministro que es de Educación y Cultura del Gobierno de España, amén de su portavoz. Si llamativo era el asombroso espectáculo de ver a tantos gerifaltes entregados en una ceremonia de este tipo, oírles cantar estremecidos aquello de Soy el novio de la muerte, impresiona aún más. Destaquemos de forma especial al ministro Méndez de Vigo, que era de ver cómo lo daba todo, cantando a voz en cuello cuánto amaba la muerte, frente alta y mirada a los luceros. Causa pavor pensar que el ministro de Educación crea que la devoción a esos cristos sangrantes sea el ejemplo que debe dar a alumnos y profesores. ¿Acaso no se da cuenta el ministro de Cultura de lo cerca que está ese ansiado abrazo a la muerte, del grito fascista del muy laureado Millán-Astray, de Muera la inteligencia, viva la muerte? ¿Alguna vez dejará este Gobierno de darnos vergüenza?