Dreyer, el cineasta de la poesía en el cine

Madrid

Con sus películas, Dreyer no se conformaba sólo con narrar historias. Demostró que, igual que en la literatura hay novela y poesía, también se podía filmar poesía en el cine. La muerte, la religión, el pecado, el mal… eran los temas trascendentes sobre los que Dreyer poetizaba. Otra de sus obsesiones era la mujer, y más particularmente el sufrimiento de la mujer. Un tema que, según sus biógrafos, le obsesionaba desde que a los 18 años, Dreyer que era hijo adoptado, se enteró de que su madre biológica había muerto cuando intentaba provocarse un aborto.

Su obra maestra del período mudo es “La pasión de Juana de Arco” (1927), una de esas películas que siempre aparecen en la lista de mejores filmes de la historia del cine. El director se basó para su guión en las actas oficiales del proceso que se siguió contra la doncella de Orleans en 1428. Formalmente la película era diferente a todo lo que se había hecho hasta entonces. Los primeros planos dominaban por completo el montaje. Los sentimientos y emociones se transmitían a través de pequeños gestos, de las miradas, del temblor casi imperceptible de los labios, de los pestañeos, convirtiendo la cámara en algo similar al cincel de un escultor. Los actores aparecían despojados de maquillaje y postizos en busca de un crudo realismo. Vista hoy en día la película todavía sorprende.

Dreyer siguió trabajando en el cine sonoro. Rodó filmes tan importantes como “Dies Irae” (1943), “La palabra” (1955) o “Gertrud” (1964). Catorce largometrajes en cincuenta años de profesión. Una producción muy escasa, debido a su obsesión perfeccionista, pero esencial, de la cual beberían directores posteriores como Ingmar Bergman, Robert Bresson o Andrei Tarkovski. En este reportaje repasamos su trayectoria.

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